
''-¿Sí?
-Te echo de menos. -la voz suena clara, rápida. Como si llevara tiempo planeando esas palabras. Obviamente la reconozco, y se me curva el alma.
-...¿Qué quieres?
Silencio. Oigo un suspiro por el teléfono y sé que Marcos se resigna al otro lado.
-Necesitaba oírte. Incluso si hubiera oído insultos, o amenazas por tu parte, mi llamada habría sido exitosa. Necesitaba oírte, joder. Pero ahora necesito recorrer la curva de tu cuello, acariciarte el pelo... Necesito quererte de cerca; no me basta con quererte a medias. -Temblaba, con el auricular del teléfono en una mano y mis lentes para leer en la otra, amenazando con caer al suelo. Si hubieran caído no me habría inmutado. En ese momento no. - Pero qué estoy haciendo... No. No me permito perderme de nuevo en tus ojos. No voy a caer.
-Marcos...
-Cállate. Cállate, no digas nada. Eres como una droga, joder. Como una puta droga.
-Marcos, escúchame; tenemos que dejar de hacer esto...
-¿A qué te refieres?
-Nos hacemos daño, ¿no lo ves? Pasan meses, y me llamas... Me llamas con la voz rota y me torturas así. Y yo vuelvo hacia atrás y pienso que soy la misma, que somos los mismos, que te quiero...
Suspiro y el silencio vuelve a hacer su aparición. Agradecido silencio. Podría darle a ese botoncito rojo y colgar, podría dejar de coger sus llamadas. Pero yo también necesitaba oírle. Sólo para saber que su voz rota seguía teniendo la misma intensidad, el mismo tono de domingos con tormenta. Egoista es lo que soy. Por interesarme por un corazón que yo he roto. Quién me iba a decir que cuando rompes un corazón, cargas el peso de éste a tu espalda...''