
Te entierras sin pensar
en el barro de mi alma,
y queriendo sin querer
mientras despunta el alba
con la sonrisa a cuestas
y las mejillas rojas,
te deslizas en el aire por mí,
y dices que me regalas
tus estrellas y tu calma.
Calma, que me llenó de paz.
Que dolía, asfixiante.
Sólo somos pájaros
sin alas, caídos.
Sólo sabemos ser fríos
con una intensidad
amarga, cortante.
Pero no me importó,
nunca lo hizo; y ése,
ése fue el error.
Entonces se abrió
el vórtice azulado
y caímos; tú caíste,
yo caí; siempre así...
Y el azul se volvió gris
porque no cabemos
ni cabremos en la caja.
en el barro de mi alma,
y queriendo sin querer
mientras despunta el alba
con la sonrisa a cuestas
y las mejillas rojas,
te deslizas en el aire por mí,
y dices que me regalas
tus estrellas y tu calma.
Calma, que me llenó de paz.
Que dolía, asfixiante.
Sólo somos pájaros
sin alas, caídos.
Sólo sabemos ser fríos
con una intensidad
amarga, cortante.
Pero no me importó,
nunca lo hizo; y ése,
ése fue el error.
Entonces se abrió
el vórtice azulado
y caímos; tú caíste,
yo caí; siempre así...
Y el azul se volvió gris
porque no cabemos
ni cabremos en la caja.