Deberías estar comiéndote los libros, Aida. Resolviendo problemas. Problemas materiales, problemas que te entierran poco a poco en el mundo. No, tú escribes. En los muros, en los muros escribes. Con los dedos y con gotas de sangre. Clac. ¿Qué quieres decir hoy, chiquilla? ¿Por qué te revuelves en mi estómago, chiquilla? Crees que no te siento, pero sí. Siempre te siento. Lloras y bebes agua caliente (¿ni siquiera te dignas a ponerle una bolsa de té? ¿No entiendes que te sentirías mejor si le pusieras una bolsa de té? ¿También tendré que hacerlo yo, niña gris?) y te oigo, te oigo por todo el cuerpo. Sé lo que quieres decir hoy. No quiero que lo digas, pero lo sé. Niña, mi niña, sé que no lo sabes, pero si hablas, si hoy hablas y te desentierras los clavos de los dedos (sí, yo también los tengo) terminaremos así. Sucias. Torcidas. Con las encias hinchadas y con la regla. Puedes hablar conmigo, puedo escuchar tus infinitas dudas y puedes cortarme, a mí puedes cortarme en dos o hacerme dibujos con los dientes. Como los de la puerta del baño. Como los de mis tobillos. Silencio. Nadie tiene por qué aguantarte. Solo yo, solamente yo. Ven aquí. Quédate aquí. Estudia, Aida, estudia.
(Déjame decirlo o gritarlo o morderme los nudillos. Déjame hablar o temblar o vomitar. Necesito decirlo. Necesito decirlo. Necesito decirlo. Me duele todo. Todo me duele. Quiero. Quiero. Nunca te he pedido nada y nunca te he hecho daño y nunca he destrozado la casa ni te he cortado el pelo ni te he cortado los brazos a listones. Nunca te he hecho tener diarrea ni desmayarte ni te he matado ni he matado ni he robado un coche ni he sacado un cuchillo ni me he meado encima. Déjame decirlo o escribirlo o doblarlo. Doblarlo, doblarlo por el eje. Doblarte por el eje. Si no me dejas salir. Si no me dejas ir. Si no me dejas hablar. Voy a arrancarte la piel. A trozos. Con las uñas. Tú sabes que tengo las uñas largas y los dientes afilados y aquí tengo la lengua, aquí tengo la lengua que me sirve para decir todo lo que tú no quieres que diga. Puedo salir. De ti. Por la boca. Salirte por la boca como un escupitajo y llenarte de mis babas para que todos vean. Que estás gorda. Y que no follas. Y que te gustaría quemarte las manos. Ah, yo lo sé todo. Te gustaría quemarte las manos y que se te hinchen y que te salgan bolsas y después reventártelas con las uñas. Con mis uñas. Déjame decirlo. Nunca me he desnudado en la calle ni me he ido sin pagar. Mi premio es decirlo. ¿No lo ves, no ves que estoy sufriendo? Que me duelen los brazos, y además estoy gorda. Yo también. Y a mí me importa más que a ti. Fría, eres hielo frío y a cualquiera que intente tocarte se le pegará la lengua. Fría, gélida, dura. ¡Mentira! Yo sé que lloras con las pelis y con los anuncios. Yo sé que lloras. Y nunca me he cargado la tele. Nunca me he arrancado los dientes. Si no me dejas salir. Voy a hacer eso. Que no quieres que haga. Y no hablo de decir. Hablo de hacer. Eso. Eres una niña rota y te crees que yo lo soy, y te crees que yo lo soy solo porque vivo dentro y porque tú te has convertido en la que manda y porque tú, ah, tienes que estudiar. Nunca he suspendido un examen. Nunca he escrito que te follen en un examen ni me he comido el papel ni me he reventado la nariz contra la silla. Nunca, nunca, nunca. Déjame decirlo. Déjame decirlo. Yo sé que tengo que decirlo. Que quiero decirlo. Nunca te he mareado ni me he masturbado en público ni he dicho pato en vez de hola. Nunca. Y tú quieres decirlo. Sé que quieres decirlo. Soy pequeña y cruel pero quieres decirlo, decirlo. Soy un cohete. Soy un cohete y además hablo. Y además muerdo. Y además rompo papeles importantes. Mírame a los ojos. Algún día te vas a quedar bizca. Si no me dejas decirlo voy a quedarme bizca)