¿Qué significará el tiempo sin relojes?

sábado, 30 de enero de 2016

conversación


Hace mucho tiempo que no me enfrento a mí misma. Escribir es responderme, muchas veces, pero hay días en que escribir es solo preguntar. Preguntar, preguntar como una loca, preguntas brotándome de los poros y de los ojos y de la boca. Y si hay silencio, si no hay ruido, también pregunto: me pregunto con la sangre y con las vísceras y con los dientes. Me muerdo para preguntarme. Me duelo para preguntarme. En la calle hay diez señoras, un grupo de señoras, que me miran como si estuviese loca: llevo unos pantalones rojos, caídos y tristes, y una camiseta pegada al miedo. ¿De qué tengo miedo, Aida? ¿Qué me asusta? Me asusto. Tengo toda la razón: me asusto. Cuando salto de los ojos hacia el suelo y me estrello. Me estrello, exploto, lleno de mí la calzada y los pies de los que pasan. ¿Paseas apaciblemente, transeúnte? Llévate un pedacito de este cuerpo roto, tocado, deshecho. Llévate un pedacito del fantasma que me escupe dentro, que me hace subir el vapor hasta los ojos. Que me entierra. Aida, no entiendes bien lo que pasa. Aida, has soñado algo horrible.

Sí, es cierto. He soñado que aceptaba las cosas malas. He soñado que había pasado algo distinto porque yo había sido distinta y había cedido, y me había doblado como una vara de hierro. Los clavos torcidos. No: me había quedado recta, lo había dejado estar, no me había hecho curva. Soy la curva. Soy el clavo que tiende a la izquierda, que ya no espera que nadie lo enderece. Lo derecho es el peligro. Lo recto es la muerte. Muerte de mis manos, de mis dedos, muerte de mis ojos llorosos y mis dientes de sonrisa que muerden, muerden el aire y lo hacen y me duelo, Aida, me dueles en el centro del estómago.

¿Qué te pasa? Nada, Aidita. Es la vida. No es nada, pero has soñado algo horrible. Has soñado que decías que sí. ¿No lo entiendes? Que decías que sí. Todos los sueños son una reconstrucción de imágenes que hemos visto. Que hemos construido a partir de fragmentos y trocitos de lo que hemos vivido. Es así, no hay otra vuelta. Has construido un sueño horrible a partir de qué. A partir de todo. Has cogido una imagen vivida (por desgracia, cariño mío) y la has hecho trizas. Y las voces. Agarraste las voces ocultas en tu cráneo, guardadas en el cajón de lo inútil, de lo que no se enseña, de lo que no se toca. Aguja e hilo para el sueño. Has soñado algo tan horrible.

No era horrible. Sí era horrible. No era horrible. No había dolor. Pero era horrible. Coincidimos: era peor. Era peor un sí que un no, era peor porque no tenías derecho a decir que sí y sí tenías derecho a decir que no aunque a todos los efectos aquel no fuera tomado como un sí. Como un no inválido. Como un no injusto. ¿Por qué? ¿Para qué?

Para eso. Solías mirarte al espejo con rabia. Solías mirarte y decirte eres imbécil y decirte no lo cuentes nunca. Después empezaste a tener curiosidad. ¿Quién soy? Aida, ya sabes lo que eres. Aida, no puedes esconderte de mí. De ti. Aunque saques los pedazos con el humo y los veas bailar y fundirse y ser otros y ser tú. Hace mucho tiempo que no te enfrentas a ti misma. No te gusta lo que puedes decirte. Sí te gusta, a la vez, yo lo sé. Te gusta porque vas a dejarlo ir, no te gusta porque no te ves con derecho a perdonar. Esto no es mío. Esto es del mundo. Perdonar significa decir que no importa, y decir que no importa es una falta de respeto para todas las que lloran y se retuercen los pies y se mecen en un campo sin raíces. Lo sabes tan bien, lo entiendes tanto. No te creas: también te duele por ti. Porque solías mirarte con rabia. Porque sabes lo que sentiste cuando pasó y cuando soñaste algo horrible.

¿Cómo puede dolerte todavía? Pues me duele. ¿Cómo puedes sentirlo todavía? Pues lo siento. Encima. Como un bloque de hormigón. Presionando y respirando y haciéndome daño. ¿Cómo quieres que perdone, cómo quieres que perdone lo que sigue ahí? A ti ya te he perdonado, Aida, lo sabes bien y por eso puedes mirarme y darme besos y saber de mí. Si no fuera así, créeme, seríamos dos y viviríamos aisladas y nos caeríamos cada una por su lado en el borde de la acera. Confío en ti. Hace mucho que no nos enfrentamos, pero confío. ¿Cómo puedes confiar? ¿Cómo puedes pensar que? Lo que pasa es que has soñado algo tan horrible.

No se lo contaré a nadie. No importa. Son fragmentos vividos: se quedan en secreto. Eso te pregunto. Si quieres. Si prefieres. Porque es tan horrible. Y no van a entenderlo. No como yo, niña loca. No como yo. Yo sí que te sé. Yo sí que lo sé todo.
 

m u j e r e s


no necesito permiso
para doblar el horizonte
no necesito permiso
para estrechar la tierra
no necesito permiso
para volar con las orejas
no necesito permiso
para hacer siluetas de humo
con el borde de mi boca
aros
estrellas
mujeres
no necesito permiso
para amar un cuerpo espejo
no necesito permiso
para amar mi cuerpo
no necesito permiso
para tocar debajo de la tela y
pensar que quiero que
y
no necesito permiso
para levantar la voz hacia los árboles
cantar una canción de cuna
para mí
no necesito permiso
para quererme
y mecerme a mí misma con las manos
y darme consuelo
pobre niña pobre mujer
no necesito permiso
para mí
ni para ellas:
nos protegen las raíces
de los pinos milenarios
y nos dicen vengan
y nos dicen prueben
y nos dicen
mejor si no hay permiso


 

espuma


cómo elevas la espuma de los ojos
hasta el cielo raso y reposas con los dedos
en mi cuerpo vértebra
en mi cuerpo rabadilla
tienes
en el centro
un color de ciegos
me convierto en polvo de polvo
voltaje de tus dientes
niña-fiera
lo que miras se diluye
cómo atraes el agua hacia mi cuerpo
haces ondas haces lluvias de tristeza
¿me entiendes?
siempre dudas conmigo
tras la máscara de mi cara y
cómo explotas la boca con mi boca rota
¿no ves que sufro y lloro despacio
porque el agua de los lagos
me sabe a ti?
cómo haces
esto así
conmigo
   

 

  

miércoles, 27 de enero de 2016

sombras que vuelan hacia mi cuarto


algunas veces me pregunto qué y algunas veces me pregunto cómo - algunas veces floto por encima y algunas veces me sumerjo hasta la curva - eres una gota que gotea que recorre mi cuello y yo digo qué y yo digo cómo y después - después los cielos se hacen polvo después la estrella se hace esquina de me callo de te pido de soy sangre - tú respondes - tú qué eres cómo eres - cruel infinita mezquina - tenían razón - tiras de mí como de los - espejos rotos puzzles de ti - no soy tú no soy tus dedos no soy una extremidad con la que tocas vuelas riegas - los suelos que piso sin - tu boca de mar tu boca de ruinas tu boca de columna - me has enseñado - una herida que tengo - al fondo al fondo a la derecha - no: me has hecho - una herida que tengo - desde que dijiste qué dijiste cómo - qué quieres - me has roto - instrucciones: no romper - instrucciones: no mojar - instrucciones: no ingerir - explicarte es decirte sí
 

domingo, 24 de enero de 2016

esbozo de (i got the blues, rolling stones)


Soy la niña más triste de la casa de mi casa. Los pies me lloran de dolor: llevo botas agarrotadas a las botas de mis piernas largas de niña alta y triste. Crezco con un corsé metálico que me abrocho con botones - crezco como las palmeras atadas a las tablas porque soy la niña más triste del océano atlántico. Vivo en una isla triste y lamo el mar triste que sabe a sal y a tierra y a lágrimas. Te prometo que he llorado mil veces por paso. Tengo mil tarros de agua escondidos debajo de la cama (cualquier niña triste, y sobre todo yo, que soy la más triste, sabe el número de gotas que caben bajo el suelo). No me visto de negro. Me visto de azul como los cielos como los lagos como mi ropa. Tengo los dientes azules y los labios azules y el sexo azul y estrecho. I got the blues.
El blues no es la música que gira en los discos. El blues es carcoma, un virus puntiagudo, el blues son mis ojos batallando la casa mi casa húmeda. I got the blues. Y los chicos se relamen con mi pelo. Y me huele a flores. Y las chicas me tienen tirria y envidia y me pegan chicles a la silla para que mi sexo azul grite y se ensanche y sea más rudo. Algunas me quieren: les duele verme así.
Si me quemo, apago las quemaduras con la lluvia de mis ojos. Si quisiera suicidarme (créeme: querré), solo tendría que vaciar los tarros en el suelo. Hacerme una piscina de dolor. Para nadar. Llevo cinco años en natación, llevo cinco años ensayando mi muerte. Empecé a existir flotando y voy a morirme igual. He llorado todo el líquido amniótico que me daban las apuestas (es tan triste tener un útero, es tan triste menstruar para nada). Si quisiera suicidarme, primero pasaría diez horas en la cama. Love is a bed full of blues.
Soy la niña más triste de las tristes y mi corona es de hierro. No tengo amigas. No tengo amigos. Me río con mis uñas azules y mis ojos azules y mis bragas azules. Perdóname, mami: ser yo es excesivo y húmedo.

jueves, 7 de enero de 2016

nota a (introducir aletas)

 
"Si el lenguaje
este modo austero
de convocarte
en medio de fríos rascacielos
y ciudades europeas
fuera
el modo
de hacer el amor entre sonidos
o el modo
de meterme entre tu pelo"
(Cristina Peri Rossi)
 
 
Para un pez, de nuevo. Lenguaje. No conozco buenos poetas franceses (lo confieso) y no he leído a Virginia Woolf, pero mi lenguaje es mi lengua que tiembla nerviosa cuando me salgo de amor por los costados. Tú vas más despacio, quizá porque sabes más que yo de rascacielos que todavía no he construido. Yo no me asusto. Es lo que tenía que haber dicho aquel día, pero lo he tirado al pozo de mi estómago. Y tú piensas en convocarme. No, mentira: y tú piensas en lo que pasaría si ya me hubieras convocado y me hubieras asido por las vértebras y me hubieras llevado con los labios cerrados hasta la esquina de tu barrio. ¿Te asustas? Yo, repito, no me asusto. Solo pienso. Escucho, leo y pienso. Debajo de las mantas. Estoy estropeando el poema. Vivo estropeando el poema. Pero un poema estropeado, amor. Un poema hecho hebras y migas y estrellas. 
 
Por alguna razón, sé que me acordaré de ti durante mucho tiempo.
 
Y mira que me gustabas. Y mira que eras la palabra que tenía clavada en los tobillos.

Corto y cambio.

(La vida es siempre unilateral, querida niña rota)

 

domingo, 3 de enero de 2016






















tengo la esperanza de que algún día vuelvas a mí y puedas quererme.
 

viernes, 1 de enero de 2016

cosas 2


pero aún así, aún así. no quiero más tu boca. déjame. yo no puedo, y eres como algún tipo brillante de cárcel. me tienes presa con el fémur y las costillas. jaula, eres una jaula pequeñita y fiera que me abraza para que no sepa irme. no quiero tus excusas. tus excusas son la llave de la celda. me las pones en las manos, mujer, y me enciendes en los ojos que puedo abrir y marcharme y dejarte aquí sola y grande. eso es lo peor. que las cojo y las miro y no me las creo, te juro que no me creo ninguna. pero no puedo abrir. no quiero y no puedo y quiero que, es cierto que quiero que. déjame. ábreme tú. si no me das más opciones voy a quedarme aquí tumbada y te voy a tocar la espalda y te voy a besar los nudos. lo sabemos. pero. pero. pero. 

eres mi pero.

yo soy tu sí.

¿entiendes la diferencia, verdad? ¿me entiendes, verdad? ¿tú no me quieres, verdad?

mi niña azul no sabe nadar hacia mi isla.