¿Qué significará el tiempo sin relojes?

miércoles, 27 de octubre de 2010

Una historia de penumbra, de despedidas, de noches de insomnio...

Eras penumbra. Gris, discreto. Eras humo, papel.
Localicemos la locura. La sangre de tus venas. Decías que no servías para nada, te gustaba salir de noche, solo, a observar cómo la ciudad se bañaba con la luz de las farolas. Soledad era tu segundo nombre. Mirabas a la muerte a los ojos y te reías, érais iguales. Pequeño trozo de tortura, te llamaban.
''Te amo'', decías, con tu acento de dolor. No te respondía. Me limitaba a poner excusas y colgar el teléfono. ¿Cómo podías, siquiera, pensar en dedicarme esas palabras? Pensarlo es como si me dedicaras mil suspiros...
''Te quiero'', alcancé a decir una vez. Distinto grado, supuse. Cerré los ojos y me arrepentí de todo. Supongo que lo peor de caer siempre es el momento en el que tocas el suelo. El momento en el que el brillo de tus ojos me conduce a la más profunda irrealidad.
Y pensé que tal vez estaba bien que me dedicaras esas palabras. Pensé que sería capaz de olvidar todo lo que había pasado y quererte, así, sin más. De soportar la penumbra.
Entonces, creyendo que ya había caído, que ya había pasado lo peor, caí de veras, con dos palabras que no soy capaz de admitir que dije.
Y ahora, ¿no seremos más que recuerdos?

lunes, 25 de octubre de 2010

-¿Recuerdas? Nos queríamos.
-Antes.
-Antes, ¿de qué?
-Del efecto de congelación de mi corazón.

sábado, 23 de octubre de 2010

Tormenta.

Es tarde; la noche te obliga
Fúndete con la tormenta
Llegas tarde, llegamos tarde
¿Deberíamos volar, ser como cometas?
Cicatrices, ser maquinal
Y te vas, sin mediar palabra
Te retuerces entre cisnes,
Por tu amor virginal
Creces, vives, mueres; sigues siendo tú.
Armas cargadas de suspiros;
gritos de almizcle
Y si quemas margaritas,
¿puedes quemar las nubes?

martes, 19 de octubre de 2010

Nagligivaget


Sentimientos. Formas de mirar, de hablar, de reír. De querer.
Indiferencia. 101 maneras de sacudirme. Infinitas maneras de hacerme sonreír.
Lunares. En el labio inferior, ligeramente a la derecha.
Ojos. Color café. Color insobnio.
Decepciones. Posibilidad. Amor. Sonrisas. Palabras. Costumbres.


sábado, 16 de octubre de 2010

Marlene, la ladrona de corazones.

Tenía el cabello oscuro y magia en los ojos. Decían que en sus labios podías encontrar el Edén.
Arañaban asfalto por ella. Bebían del alcohol de sus palabras, y soñaban con el bajo de su falda. Era un pequeño trozo de infierno. Ella era de esas mujeres que no recomiendan. De esas que te muerden el corazón. Decían que era salvaje, obscena.
Creo que prácticamente nadie conocía su nombre. Se hacía llamar Marlene, pero siempre reía y hacía constar que ese no era su verdadero nombre.
Mientras me arañaba el alma me contó que había amado una vez. Él era escritor. Uno de esos hombres de los que nunca llegabas a conocer más de lo que él quería mostrarte. Almas gemelas, afirmaba Marlene. Decía que aún llegaba a estremecerse al recordarle. Bajó la mirada y me confesó que el escritor se había ido con una prostituta. ''Qué te voy a decir. Ella no era menos de lo que yo soy ahora. Me acuesto con hombres, con mujeres, me subo la falda y recorro las calles sonriendo a extraños.''
Ese día conocí el secreto de Marlene. La entendí, supongo. Entendí que nunca conseguiría ser para ella como ese escritor. La chica a la que todos señalaban no era más que una muchacha con el corazón roto.
El once de octubre, llamaron a mi puerta. Le habían robado la vida igual que ella robaba corazones...