¿Qué significará el tiempo sin relojes?

domingo, 29 de noviembre de 2015

cosas que


"tal vez olvidó correr mientras corría"
ana maría iza



Tal vez olvidaste treparme hacia la boca mientras me buscabas. Tal vez te quedaste quieta y torcida en un pliegue de la calle, con los ojos deshechos y la nuca deshecha y rapada. No lo sé. Yo no sé nada, pero creo que olvidabas quererme cuando me besabas los nudos, tierna y frágil, para escaparme. Para hacer que me escapara del frío del mundo y los crueles golpes de mí misma. Cuando ascendías mis piernas hacia el tope. Cuando bordeabas, creabas un camino, seguías una senda sin sendas y me erizabas la piel por debajo de las pieles de niña ilegible. Olvidaste quererme mientras me besabas las curvas boca a boca, paso a paso, mientras creabas en ti un hueco para mí y me escarbabas, me escarbabas con las manos abiertas para hacerme tu casa. Quiéreme, pensaba yo si ascendías a mi sexo, quiéreme. Te quiero así de cómoda, me decías. No era suficiente, te estabas olvidando de la coma más bruta, de la coma más tuya, de mí y de ti y de nosotras. Claro que estaba cómoda, niña, y claro que se me caía la vida de la boca si susurraba, si te mordía las orejas. Pero yo no me olvidaba. Yo no me dejaba caer por el suelo. Hola: quiero saber si tu cuerpo encaja con el mío. Hola: encajamos. Hola: sigo así, sigo así, no voy a dejar de estar porque. Adiós: mentira. Adiós: ya no encajas. Adiós: todas las señales me dicen que me olvido de esperarte mientras te espero. Que olvido pensar mientras te pienso. Que yo no me olvidaba, cariño, del fondo de tu cráneo, del hueco de tu vientre. Hola: me toco los pechos con cuidado y pienso en ti. Con un cuidado dulce, como de cosa rota que no quiere acabar de romperse. Tal vez olvidaste no romperme mientras me cosías las piezas. Cuando tejías mi arco y mis contracciones y esperabas de mí una herida en la boca. Cuando me decías te quiero así, te quiero contenta y sonriente y orgásmica y yo pensaba quiéreme, quiéreme, carajo. Hola: qué desastre. Adiós: qué caos. 
 

lunes, 23 de noviembre de 2015

conclusión de días sin diario


Conclusión de días sin diario: empiezo a echarme la culpa. Beso bocas abiertas. Inventamos todos juntos un lenguaje sin palabras, de breve una a, casi una u seca y tenue. Los labios se me estrellan en los ojos. Estoy ciega. Me emborracho de salivas y las manos rodeando cuellos, gargantas, yo anillo de saturno. Conclusión de días sin diario: no puedo escribir. Necesito demasiado las bocas y el impulso, la pulsión fría de morder y contar secretos sin saber que hay secretos. Me vuelvo suave y no escribo. Ya no hablo, ya no nada. Dónde estoy. Y escucho con voz de caricia y ando con paso de cosquilla. Conclusión de días sin diario: me dejan marcas, heridas, uñas de caminos y grietas en la boca. Me dejan triste y tirada y me quitan todas las sábanas. Pero yo les peino con las manos y les beso el eje. Que sabe a sal y a estrellas. Que huele a pez y a vino. No saben lo que hacen, señor, no saben lo que hacen. No llevan, como yo, días sin diario. No llevan, como yo, los besos colgando a cachos. Conclusión de días: es mi culpa. 

sábado, 21 de noviembre de 2015

449


"A veces tengo la sensación de que todas las personas a las que he conocido desde que vine a Japón, incluyendo a Otohiko, son un poco insustanciales. No me siento identificada con ellas. Siempre he pensado que las personas eran más extrañas, deshonestas, desordenadas, viles, nobles, en fin, que tenían muchas más facetas. Que la vida era fantástica, y el amor, algo maravilloso. Yo soy, según la ocasión, femenina, fuerte y frágil, capaz de pelearme con alguien, gritando hasta quedarme ronca, y, acto seguido, de mirar juntos la luna cogidos de la mano. De experimentar cada día sensaciones diferentes haciendo las mismas cosas. De llorar y de dar miedo. Pero sigo siendo siempre la misma. Cada vez que salgo a encontrarme con alguien que me gusta, no importa quién sea ni cuántas veces lo haya visto, me arreglo con cuidado. Yo no pienso, sigo mi instinto -dijo Sui, y añadió con una sonrisa-: Enamórate perdidamente otra vez. Me gustaría enseñarte, pero soy de tu mismo sexo"
Banana Yoshimoto (N.P)

miércoles, 18 de noviembre de 2015


Soplé las dieciséis velas con tu brazo recorriéndome el cuello. 

Hoy no tengo nada más que decir.
 

espejo boquiabierto


reflejas mi sexo/como un espejo/solo por ti sé/de mis labios/y la tersura espesa/del beso quieto

lunes, 16 de noviembre de 2015

beso de tristeza


mírate tristeza cómo vienes el pelo sucio las manos rotas la boca abierta a qué a que te bese con los labios prietos no y un color de estrella en la garganta no está lloviendo tristeza y tú sin paraguas eres tan chiquita a veces tan grande tienes una esquina de paz entre los dedos y me tocas muy suave me tocas el cielo de las piernas y esos ojos de centella esos ojos de chispa fuego combustión no me mires así no me mires tan triste tú ya no estás tú ya no estás conmigo no más besos de triste comprensión no mas dedos de huella ya tengo tu forma clavada a la mía ya tengo el doblez de tu cuerpo limitando mi ángulo y no tristeza no ya hemos dejado claras las normas: si me quieres déjame sola si me quieres deshazte de mí _pero no me extraigas/esta voz de llanto sin cabeza_ no ves que yo sin ti ya puedo no ves que yo sin ti no puedo que se me estruja el suelo que me caigo que yo sin ti soy demasiado yo demasiado siempre y mírate tristeza cómo vienes la boca abierta la piel de un beso la muerte cerca

vete

ya sé que no me quieres pero vete
 

cartas a


Julio, querido amigo:

Nadie más va a comprenderlo, sabes, es una cosa tan sucia y tan lunática que pienso, ahora así con los dedos, que solo tú vas a ser capaz de asentirme desde el otro lado y decirme todo está bien. Aunque no, aunque la cosa no va así tampoco, porque tú ya no estás aquí para pisar la tierra y hacer la tierra y hablar para la gente con ese frenillo y ese acento de llevar tanto tiempo entre franceses. Verás, Julio, es feo tener esta burbuja. Es como una capa que se sale de mí, que viene de mí porque yo la he pensado y yo la he hecho y yo la sostengo con la fuerza de mi centro, yo la sostengo con una idea tenue y loca que no puedo entender. Y yo odio esa burbuja, no la puedo soportar. Pero sigue ahí, sigue ahí estrujándome y haciendo que me quede quieta y lejos de todo. Estoy así, amigo, estoy así y a veces la rompo con la punta de un dedo, con la filosa punta de una uña, y la burbuja se revienta, plop, y estoy yo ahí plena y me llega todo el aire del mundo y las piedritas me hacen cosquillas en los pies. Descalza hasta el alma, Julito, descalza de repente por todo y para todo, y ando por una playa enorme y es la arena, y es una ola, y es el frescor del agua chocándome contra los dedos y haciéndome sentir viva. Es maravilloso, tú entenderás que lo es. Pero entonces. Entonces veo algo o siento algo, no lo sé, algo morado, algo sin forma, y me sale otra vez la maldita burbuja, la maldita burbuja del centro de las sienes hacia todo mi contorno y más allá, siempre más allá. 

¿Qué hago, Julio, qué hago para ser otra vez? ¿No soy, acaso no soy ahora, ahora que te escribo así agarrotada y con las piernas desnudas, largas y desnudas y unas uñas rojas de punta? Con la mantita roja y la almohada azul y mi pared blanca toda llena de recortes de revistas y poemas. ¿Por qué tantos poemas? ¿Por qué tanta palabra? Eso solo tú lo entiendes. Y tus libros y tus dedos llenos de tinta y tu barba irreverente. Y una piedra en la voz y una cosa así rasgada y ahora soy yo, ahora hablo de mí y de mi boca valiente. Eso es lo que tengo, Julito: labios bravos, labios con grietas y ya no quiero más palabras escondidas quemándome la garganta. Ya me duele. Ya me golpea el alma desde dentro, toc toc toc, la puerta de mis dientes. ¿Lo entiendes? Todo tiene una burbuja alrededor, esa es la idea, y desde dentro la idea teje y teje para que no reviente. Plop. Solo plop. Alegría. Las copas de vino. Las faldas largas. El papel. Mírame, mírame ahora, porque tú eres el único que puede hacerlo y por ahora el único que puede entender por qué tienes que hacerlo: los pies, los burbujeantes pies que tienen siempre una pátina de jabón o cristal, o cristal o qué. ¿Qué hago, Julio? Caminar. Caminar siempre. Aunque los pies no lleguen al suelo. Aunque patine, aunque me despeñe, aunque me duela. Caminar. A lo lejos. Con la vista perdida. Hacia donde yo quiera. Lo entiendes. Sé que lo entiendes. No pensar en el tiempo, ¿no?, aunque el tiempo sea como un ciempiés horrendo. No pensar en el tiempo pero sí en las lunas y en los soles y sí en los ciclos menstruales y las partes de los sueños. Y alcanzar. Y ser. Ser, ser, que vale tantas veces más que tener. Ser. Y todas las palabras y todos esos poemas en la piel de la pared.

No es una cosa tan sucia, Julito, pero sigo creyendo que más allá de ti nadie va a entender este brote. Puedo equivocarme, al fin y al cabo solo tengo 20 años y me paso el día equivocándome, pero por ahora solo una habitación pequeña y una cama con la manta roja y mis piernas desnudas y bocas valientes. Soy fuerte. Tú sabes que soy fuerte. Precisamente, querido amigo mío, precisamente porque sé que es el momento de reconocer mi parte frágil y darle cariño, el momento de saberme líquida y quererme así y recomenzar una estrategia libre. Es el momento. Gracias, Julito.

Con amor y paz,
Aida 
 

domingo, 8 de noviembre de 2015

cosas


Yo era tu única familia, y nos reuníamos en navidades clandestinas para comer los rayos de la luna y ver pasar los caramelos del tiempo. Como jirones de nosotros sin nosotros. De fiesta dos cafés con leche (yo no había maquinado este miedo visceral a la láctea inconsistencia de los líquidos). De nochebuena un dónut como las flores del jardín vestido de gala y las señoras con abrigos de visón y tacones para hacer crochet con las estrellas. Nosotros colocados como mapas y hechos muerte. Dolidos por el negocio del oro y los bordes de las cosas. Yo era tu única familia un veinticuatro de diciembre solitario. Sin enganche de ojo ni salida más allá del triste canto de las cucarachas. Nada que no fuera café y un tupper lleno de comida en el maletero de tu coche, que vivía todavía. Sabías que la familia es para siempre solo por los crueles nudos de la sangre. Nudos que tú y yo no encontrábamos más que en una porción del estómago, de la médula espinal. Ahora los bordes de las cosas han traído a mí un camino lejos de tu risa risueña y tu octava pieza. Y adiós, me dices. Adiós por todas las cosas que bebimos en esa navidad clandestina, a mediodía y sin manteles de algodón (tan solo el villancico de tu lengua). Yo me había escapado para estudiar los astros y tú venías a hacer un recado. La única excusa para juntar las tazas los dos solos cuando yo era tu única familia.

mujer filosa



para, sobre y a
Andrea Abreu López


I

17:20

Estoy sola en esta guagua-letanía. Dispuesta, cómo no, a encontrarme con otros que no son tú. A ir en coche y hablar de nada y a reír por nada y sentarme sin sustancia en sillas que seguirán vacías. Las mismas, las mismas que tú llenabas. Y me dejo la grieta tras el labio. Y así. Mi cuerpo es un extraño y está loco. Te busca: un abrazo de juego, un hilo que se engancha, el ojo que lo cuenta todo. Puntos de encaje, filosa mía, puntos de comienzo. Me duele la sangre. Y no saben, esos otros no sabrán jamás que me deshago. Que el tiempo ha acelerado y me corre la sangre desde el vientre hasta el sexo. ¿Dónde estás? Lejos. Libre. Y yo aquí, sobre estas ruedas.
 
II

17:29

Espero las sombras. Espero a las sombras de los otros y sus dientes malvados de conjuro. De conjuro social, de ven y no seas tú, oremos todos hermanos por el alma de la chica del pelo rizado. Qué pelo ese, qué desorden. Oremos todos hermanos por la vida y no oremos por la muerte. Y me acuerdo, recuerdo una charla y aquel primer momento de obsesión. Y tú con tus ojitos risueños y tu flequillo corto y tus manos afiladas. Y tú con tu amor a la vida y tu existencia y tu dolor así colgado de la boca. Sin conjuros, niña, sin conjuros de sucia sociedad y burrocracia. Tú y yo enganchadas a la esquina del cielo y al té de canela. Y esto no, esto sí que no: los otros que vienen, los otros que me placan, los otros y el dolor en un ovario. Secreto dolor en un ovario.

Otros: estoy dispuesta a recibir un beso. Pero una palabra. Jamás una palabra.

III

19:55

No estás.

IV

19:57

Oigo poesía y no sé dónde meterla.

V

23:08

Hablan. A pares. Cerveza, café, café, cerveza. Dos y dos. Yo hablo, me callo, hablo conmigo. Y siempre el mismo recorrido, siempre terminar en la misma mesa de la misma cafetería, la taza cerrada, el cuerpo en pausa. La misma gente no, la misma gente nunca. Y hoy nadie, hoy nadie.

Un mosquito.

Y alguien, a mi lado, ejecuta la humana sentencia de muerte. Plas. Me llena los oídos. Plas. Muerte. Muerto el mosquito, se acabó la paz.

Yo me cierro.

VI

1:54

El filo filoso del ojo. No te curves, no te curves: sigue tu defecto, haz lo que siempre quiero odiar. Haz que me odie, haz que yo no quiera ser más yo pero que en el fondo, en el fondo letal y triste, mis manos saquen de mí una yo tan tenue. Que esté orgullosa, carajo, de ser todo aquello que no quiero. No ahora, no ahora. No ahora esta amenaza de círculo y mirada igual. No ahora este dolor acompasado al resto. Mujer filosa, estás tan lejos. Mujer filosa, estoy tan sola. 

VII

2:13

No me duermo, no me duermo y repaso el día y en todos lados una sombra. Sombra de ti y de tu ausencia. Utilidad de mi vida sola. Partes de mí como una flecha: señalas al horizonte y son las olas, las olas sucias las que tienen el camino. Y hacia dónde.


martes, 3 de noviembre de 2015


















todo irá bien

lunes, 2 de noviembre de 2015

de mí sin ti



Estoy perdida. Y las salas vacías y las pruebas de sonido. Y tú, que ya no estás. Y tú, que nunca te fuiste. Es eso, ¿no? Que estamos y sabemos que no. Que estoy perdida, que no sé dónde estás. Que yo no creo en nada de eso, pero cuando estaba contigo sentía que no podía pasarme nada. Que podía con todo.
Yo antes podía con todo, ¿verdad? Y ya no puedo conmigo.