¿Qué significará el tiempo sin relojes?

martes, 20 de diciembre de 2016

esguince de tobillo

Decirle al doctor: tengo un esguince de tobillo. Tengo un esguince de tobillo y soñé que me vendaba los ojos y el pelo y el estómago. ¿Es algún fetiche, doctor, soy una degenerada, tengo piel de degenerada, me pican las palmas de las manos porque soy una degenerada y algo quiere decírmelo y usted, doctor, me conoce? ¿Usted cree que me conoce? Y decirle al doctor: cállese. Y soltar el peso del cuerpo y decir yo y mi cuerpo, yo y mi cuerpo. Alterar el orden porque sé que primero el árbol y después las ramas, que primero yo y después los ojos y después las tejas y los dedos que me pican, doctor, me pican los dedos y no puedo rascarme porque tengo un esguince de tobillo, porque soñé que me vendaba, porque soy una degenerada y sé, doctor, lo que desea. Y sé, doctor, lo que piensa. Decirle al doctor: sé lo que  piensa. Doctor, ¿usted conoce el miedo? Doctor, ¿usted se pesa por las mañanas y usted no tiene miedo de haber desaparecido o de no pesar nada o de pesar cien kilos y ser una desgracia, doctor, una desgracia? Decirle al doctor: la última vez que me pesé tenía catorce años. Y salieron ochenta y cuatro kilos. Ochenta y cuatro kilos y un desastre natural y una cascada (de vómito, de pieles muertas, del orgullo de papá). La última vez, doctor, era una niña. ¿Es algún fetiche, doctor? Renunciar a ser leve o a ser de hierro o a ser algo porque ochenta y cuatro kilos de materia, ochenta y cuatro kilos de esta cara sucia de ciudad.

Cara sucia de ciudad. Decirle al doctor: cara sucia de ciudad. Yo y mi cuerpo. Si dejé de pesarme y si convertí mi cuerpo en un ojo. En el reflujo de un ojo. Tengo un esguince de tobillo, pero sus cuencas vacías y sus dedos esqueléticos (las ramas, los rabos de gato, mi ventana) y la voz con la que dice tu cuerpo y tú, tu cuerpo y tú. El sol me hace llorar. El sol quiere que llore. Decirle al doctor: llanto. Saldré de aquí convertida en nada, pero juro que iré vendada y que se partirán mis articulaciones y se partirá mi pecho como un cuchillo de plástico (jugaba a cortarme las venas cuando ochenta y cuatro kilos y ochenta y cuatro kilos de materia) y se partirá mi estrella y juro. Juro. Juro.

A veces como para morirme.

A veces me como el cemento de los ojos de los otros.

A veces yo y mi cuerpo no sabemos cómo, no sabemos cómo pero nos encontramos en la cama y hacemos el pino y jugamos a ochenta y cuatro kilos y nos dormimos en una rama pero la rompemos y el suelo y el doctor y soy una crudelísima degenerada. Decirle al doctor: soy una degenerada. ¿Hay cura, doctor, hay cura? ¿Vamos a vendarme y a asfixiarme y a dejar que muera? Que muera, doctor, como todo. ¿Usted sabe morir? ¿Usted sabe que vamos a morir? ¿Usted sabe que quiere salvarme la vida pero que me voy a morir? Y posiblemente cuando me entierren llegaré al centro de la Tierra y arderé en llamas y ya no seré nada.

Y ya no seré nada. Decirle al doctor: no seré nada. Tengo un esguince de tobillo, pero no seré nada. Ochenta y cuatro kilos o la nada.

viernes, 9 de diciembre de 2016

no decirte nada pero mirarte como si a tu alrededor hubiera lava y espejos y un precipicio infinito y no decirte nada pero explicarte que en mi interior hay lava y espejos y un precipicio infinito y no decirte nada pero que me mires así y que me deshagas con cuidado y no decirte nada pero que descubras que donde me prendieron fuego están empezando a crecer

flores
 

domingo, 27 de noviembre de 2016

domingo, 27 de noviembre de 2016

No van a escucharte. Aunque grites, aunque sudes. Nadie oye las secreciones de tu cuerpo. Ni el calor ni la saliva ni la humedad entre las piernas. Déjate. Hay una mancha enorme en el techo, pero déjate. Serás más cómoda si empiezas a hacer como si nada y si empiezas a levantarte por las mañanas y a convertir el dolor en un juego. Si me muevo, si me tuerzo. Si hago así hay una marea de cuchillos en mi barriga. Si hago así pienso en las manos y me duele dentro.

Felicidades: ya no eres una adolescente.

Felicidades: ya no tienes que llevar camisas sueltas para ocultar que tienes tetas. Y que no quieres que te toquen las tetas. Que no quieres dedos sucios por encima de los pezones. Que quieres echarte a llorar y mojarte los rizos con las lágrimas y decir la vida no tiene sentido. Porque felicidades: la vida no tiene sentido. Y no van a escucharte. El ruido de los muelles del colchón. Cuando te giras, trozo de nada. ¿Cómo puede la nada, eh, tener trozos? Trocitos, pedazos, puntas. Como una pared rasposa. Siempre has imaginado la nada como una pared rasposa y siempre has pasado los brazos por la nada hasta hacerte daño. Quieres sangrar, lo sé. Solo para saber. Solo para convertir el dolor en un juego. ¿Vas a dejar de escribir cosas tristes?

¿Vas a dejar de hacer cosas tristes?

Pero déjate. Pero coge los hilos con los dedos y retuércelos. Pero muérdelos. Pero métetelos en la boca. En la boca, en la profunda boca. Tu boca llega hasta la tierra. Tu boca traspasa la tierra y excava y descubre las capas terrestres y es reconocida mundialmente por su servicio a la ciencia y se suicida porque esa vida no le gusta. Tu boca no lo planeaba. En la desgraciada boca. Para que te tragues los hilos. Para que hagas la digestión y los hilos se mueran. Para dejarte. Para dejarme. ¿Qué pinto yo en todo esto?

Es posible que se te caiga el pelo. Posible que sueltes algo por la piel. Nadie escuchará tus secreciones. Nadie las oirá cuando se despeguen de tus brazos y corran por el suelo y hagan una catarata en la ventana de tu cuarto. Por esa ventana no se ve nada. Por esa ventana solo se ve una plaza vacía. La atrocidad, mujer, la atrocidad y el cuerpo cansado.

No me mires. No quiero que me mires nunca más.

Ya no tienes edad para mirarme. Has elegido hacerte mayor (y no matarte al cumplir los quince, y no abandonar la isla y reducirte a un hueso partido por la mitad. Y no perder la identidad. Las gafas. El pelo. El ánimo). Has elegido el tiempo y la lucha contra el miedo y las costuras de la casa. Pudiste haberte quedado ahí. No avanzar más. Dejar que te atravesara como un murmullo, como un grito, como el goteo de tus secreciones y todo eso que no oirán jamás. Pudiste haberte quedado donde no te oían. Donde no te oían.

Y ahora si toses traspasas la pared. Y ahora si hablas no puedes guardar secretos. Y ahora si te ríes todos participan. 

¿Cómo te levantas por las mañanas? ¿Cómo te tragas el café? ¿Cómo representas los papeles que te dieron cuando naciste y que te quitaron cuando naciste y que te dolieron cuando naciste? Aquí no van a escucharte. Allí te espiarán. Sabrán cuándo te mueves y de qué manera lo haces. Sabrán si tu cara es de disgusto o de alegría (pocas veces, lo vaticino). Si finges, si eres real. Es posible que no seas real. Es posible que solo hayas traspasado la realidad cuando mirabas el techo desde la cama y doblabas los dedos de los pies hasta el calambre. Es posible que solo te hayas conocido cuando querías rajarte las piernas.

Muy posible, filo de nada, que tu genialidad esté en tu tristeza.

Pero tú miras con tristeza, y comes con tristeza, y ríes con tristeza. Eres feliz con tristeza. Haces el amor con tristeza. Sientes chispas con tristeza.

Mentira, mentira, mentira.

Querría eliminarla y dispararle en la cara. Desfigurarla. Convertirla en otra idea. Que me acompañara de otra forma o con otro color en la punta de los ojos. Con otra forma de verme. De estirarme. Yo (porque ahora hablo yo, réplica) no estoy triste. Hoy no estoy triste. Hace un par de días me metí en la cama y sentí que me vibraban las piernas. Hace un par de días me dolía el estómago de reírme y vi cómo la habitación se difuminaba con mis estertores. Hace tiempo que sé, réplica, que no me iré de aquí silbando. Que no todo es tan denso y que puedo hacer que no me escuchen.

Que no escuchen mis secreciones.

Porque ya no soy una adolescente.

Y este olor a libro viejo y estas ganas de moverme. Y el recuerdo de la cama. La cama que me cogía como una dentadura. Muerde, muerde, muerde. La narcotización del sueño. Del sueño y de la huida y del escape, porque esa era la única realidad posible. Para mí. Empecé a tener pesadillas y me convertí en un mirlo. Y en la noche.

Soy el cuerpo de la noche. Estoy estrellada hasta los labios. No sé razonar.

Llaman a mi puerta, réplica. De formas que no imaginas. De formas que no cuentas cuando dices que van a oírme y que decidí hacerme mayor. Llaman a mi puerta y dicen tiempo. En las bocas de mis amigos hay siempre sabor a óxido. Y una mota fría, ¿entiendes? Y con esa mota fría rezan por mí y rezan por ellos y les hablan a los árboles. ¿Qué dirán de mí los árboles? ¿Lo mismo que tú? ¿Les habré traicionado cuando salí de la grieta (de la grieta que se forma entre las costillas y los pechos) y me cambié de cara? Traiciono todo lo que toco. Todo lo que toco lo traiciono. Debería haberle dado forma al mundo con las manos, pero me quedé parada en un banco y me fumé tres cigarrillos y se me cayó el fuego a las piernas. Cicatrices: tú.

No me mires. No quiero que me mires nunca más.

Ya no tengo edad para que me mires. Quise cosas de ti, pero ahora. Ahora. No puedo convertir el dolor en un juego. No tolero el dolor. He perdido la capacidad de provocarme dolor. De aguantar mi propio dolor. ¿Cómo te llamas? ¿Vas a decirme alguna vez cómo te llamas?

Adiós. Adiós. Todos pueden oírme. Es mejor que no sepan que hablamos. Es mejor que no lo entiendan. Si lo hacen, réplica, podrían destrozarme. Y me convertiré en palitos de madera antes de que me destrocen. Para que puedan romperme mejor. Para que puedan terminar con lo que intento que no suceda. No tendré que salvarme más si nos escuchan. Y podré tocar la podredumbre de la pared y bajar hasta el sótano y dormir, dormir. Esconderme y esperar. No conozco a nadie que lo haya hecho, pero creo que es porque todos han desaparecido.

Vamos a desaparecer y nadie va a querer agujerear los muros para vernos.

No habrá visitas. No habrá música. Nadie que pague una hora de televisión para verla con nosotras. Si se acaban los libros no traerán otros nuevos. Si se acaba la vida no traerán otra nueva. Nos condenaremos a esta boca inmensa y a este placer discontinuo. ¿Dónde sientes el placer? Yo en ningún lugar. Es solo una idea, ¿entiendes?

Te pondré una tirita. Entonces te irás. No quiero que me mires. No quiero escucharte. No sabrás vivir sin mí, pero

nunca te pedí que nacieras. Ni tú a mí. Ni tú a mí, filo de nada. 
         

miércoles, 16 de noviembre de 2016

todo eso joaqui

igualmente es mentira joaqui decir que en esta habitación hay un cuerpo delgado que el cuerpo delgado se pasa la lengua por los labios que el cuerpo delgado mira hacia el techo como si el techo tuviera joaqui la verdad o una aproximación al color de tu frente cuando andamos por la calle y el cuerpo delgado no quiere hablar de nada ni dejar pasar el tiempo ni pensar que faltan dos semanas para que se me rompa el himen y me lleve a la sala de urgencias de mi cama a la sala de urgencias del helado häagen-dazs y las manos curvas y la almohada mojada igualmente es mentira joaqui que queden dos semanas porque en algún momento en algún oscuro momento te habré contado espero haberte contado lo que sucede en mi vida lo que sucede en el cuerpo delgado aunque eso sea mentira aunque nada sea cierto y en esta habitación no haya huesos que se estiran ni leyendas por escenificar mira la verdad es que no sé si has descubierto la odisea en mi mesa de noche no he empezado a leerlo es solo un préstamo de la biblioteca y sé que tal vez si lo abro acabe comiéndomelo acabe tragándomelo de una sola vez como si fuera chocolate o palomitas o el doloroso sabor del dulce de leche

todo eso joaqui

e igualmente es mentira decir que en esta habitación suceden cosas que se inicia algún proceso que hay más que aire porque he empezado a pensar en lo que ocurrió en la cabaña y tengo miedo de decirlo y tengo miedo de mirarte anoche cuando estábamos en el bar las chicas preguntaban por qué no nos dábamos un beso yo no les he dicho que hemos follado no quiero que sepan que lloré mientras lo hacíamos y sé que si les digo algo sé que si empiezo a hablar voy a acabar dibujando con los dedos la silueta de la primera lágrima voy a terminar aportando pruebas y cruzando puentes y les haré saber todo lo que siento y a qué sabía el helado verás joaqui era de chocolate yo odio el helado de chocolate fue lo primero que te dije cuando nos conocimos porque querías invitarme a un batido de helado y puse objeciones puse trabas impuse mis ideas pero en la cabaña en la cabaña solo esperé a que terminaras y aguanté tu aliento en la nuca el sonido de tu carne chocando con mi miedo sí no te lo dije pero tenía miedo me asustó que me mordieras me asustó que la tuvieras dura y que quisieras que de verdad quisieras hacerlo conmigo porque

todo eso joaqui

e igualmente es mentira decir que me fui con ana a fumar solo porque me apetecía lo cierto es que quería decírselo lo cierto es que quería preguntarle si fue normal la sensación o si todas las primeras veces dan un poco de asco pero verás joaqui no lo hice porque igualmente es mentira decir que fue la primera vez que es mentira decirlo todo es mentira no sé cómo lo hice hay algo que sobrevuela la habitación míralo una mosca o una polilla no estoy muy segura quiero volver al tiempo en el que no sabía del todo si las polillas podían volar qué estúpida y qué felicidad comer galletas no tener que compararme con un cuerpo delgado no tener la odisea por leer algo sobrevuela mi cuarto ese algo sale de mí va desde mí hasta el techo las líneas de mi mano o un proyectil desde mi muñeca oye joaqui tú alguna vez has pensado en cortarte las venas yo sí lo he pensado y he querido hacerlo y mientras me dabas por detrás se me pasó por la cabeza la imagen de mi bañera ensangrentada y mis brazos con goteras y el momento previo la caricia de la cuchilla el último pensamiento racional también pensé en la cara de mis padres abriendo la puerta preguntándome qué sucede y chocando con la imagen con la lasciva imagen de su hija adolescente muerta muerta muerta para siempre muerta entre sangre yo saliéndome de mí yo brotando de mis brazos como un cerezo en flor o como un bosque cubierto de árboles cada gota un árbol cada gota una cosa nueva

todo eso joaqui

e igualmente es mentira decir que debería llamarte porque tengo el teléfono apagado y ni un solo whatsapp ni un direct ni un messenger no ha habido nada ni una palabra sobre lo sucedido ni siquiera un hilo de voz o una mirada cómplice ayer todo parecía haberse terminado ayer se me desvaneció por los dedos el cuerpo delgado se escapó de mi figura corrió muy lejos a casa de mi tía o a la guardería o a algún lugar seguro más allá de este ciclo inmenso del bachillerato o más allá de los ojos de ana encendiéndome el cigarillo y mirándome de cerca el cuerpo delgado se ha ido y no sé si vas a querer hacerlo conmigo otra vez no sé si voy a querer otra vez que me beses o que me quites la camiseta ni siquiera me había puesto sujetador viniste a casa a darme algo y salimos al huerto y hace dos semanas era la calle y tu frente y yo llevaba guantes tapada por los guantes mis manos llenas de astillas haciendo presión contra la pared igualmente es mentira joaqui decir cualquier cosa desearía algunos días desearía hoy desearía ser como ana o no ser como nadie o no ser como yo no he estudiado nada para el examen de historia de españa pero tengo un poco de resaca todavía no quiero saber nada no quiero ir a ningún lugar oigo a mamá en la cocina si salgo voy a pensar en lo de cortarme las venas y además en qué habría pasado si se hubiera abierto la puerta de la cabaña de las herramientas y mamá

todo eso joaqui

e igualmente es mentira igual sucede que el sexo es mentira porque llevo desde los doce años haciéndome pajas por las tardes y viendo porno a escondidas y nadie me habló nunca de la suciedad del olor del dolor no pensé que fuera a repetirse no pensé que fueras a terminar tan rápido pero en el fondo sí ya te lo he dicho joaqui quería que te corrieras que salieras de mí dejar de preguntarme por qué estaba tan mojada igual sucede que todo es falso que hay una partícula dura una hinchazón en el mundo que nos coge a todos por los codos y está muy bien el buscador y después las manos en las bragas y ese ascenso y parar un poco antes de llegar y parar en seco y después seguir deprisa deprisa como si se fuera la vida por el espacio entre los dedos volver a parar y no hacerlo a tiempo todo eso joaqui todo eso lo veía yo como la verdad más absoluta la verdad a solas la verdad pura pero la cabaña pero tu ropa interior alzada como un sueño o una pesadilla pero esa expresión en tus ojos mientras te vestías y el bar anoche y por qué no se dan un beso qué les pasa chicos creo joaqui que lo mejor es que lo dejemos porque me siento mal y faltaban dos semanas para que se me rompiera el himen necesito helado necesito silencio necesito estudiar para el examen quiero graduarme quiero salir de aquí quiero fumar tres cigarillos de una vez quiero esperar con los ojos apretados a que te corras

todo eso joaqui

todo eso joaqui
 

miércoles, 2 de noviembre de 2016

049

para decirte que ya no. para decirte. que. ya. no. que me he cerrado. que mis dientes son cemento. y calibrarte. dime: ¿qué sientes, qué sucede en ti si cubro con mis manos el espacio en el que siempre intentamos dormir? voy a contar todas las veces que he querido besarte. voy a hacerme con ellas un collar. para llevarlo al cuello, para saber que puedo llevarlo al cuello. para dejarlo en casa. y decirte. que ya no. ¿sabes que en algún lugar de mi cabeza

la niña que fui la primera vez que me miraste entre el humo

llora de pánico?

¿sabes que en algún lugar descansan las manos que te tocaban? ¿que hay un hueco o un pozo o una celda en la que mis pies se miran (bizcos) y tiemblan por ti? por ti, trozo de espuma. por ti, grieta del día. la niña que fui. no la niña que era: la que fui en ese instante, la que surgió a través del llanto hueco de tus ojos. la que murió por la noche, muy tarde, entre estertores. como una fábula. como un dato impreciso que logró definirme. definirme ante ti, muralla imposible. muralla

imposible.

para decirte que ya no importa. que puedes marcharte (si lo deseas. si te aprieto. si te aprieta que te suelte: en realidad creo que te ahogarán mis manos lívidas, que te asfixiará la apertura de mis dedos). después de las explosiones y mi miedo y este cuerpo

fatigado y dolorido y harto de contar las ganas de tocarte

viene, creo, la vida.

y para vivir tengo que romper a la niña, que comerme a la niña. que torturar a la niña. o hacerle el vacío, llanto cansado. o hacerle el vacío. 






















(no te preocupes. sigo siendo la misma)

martes, 1 de noviembre de 2016

?

me pregunto: ¿tenemos las mismas raíces (este fondo terroso, esta nube de polución brillante)? ¿bostezas por las mañanas o solo bebes café para salvarte? ¿para salvarte de lo mismo que yo? ¿o son otras cosas, o hay otros gatos en el giro de tus manos? ¿me ves? ¿me ves o yo te veo o alguna de nosotras ve las mesas amontonadas sobre el humo de tu cigarrillo? ¿hablas para ti cuando no hay nadie? cuando no hay nadie, cuando parece que mis ojos se giran hacia dentro y que la oscuridad, y que el agua, y que el estruendo. ¿lo sabes? dime, ¿lo sabes? a mí me calma la suciedad de los cerdos que no están en las ventanas de la torre. las manos de las ancianas que tejen el tiempo: de verdad pienso que en algún lugar debe haber ancianas y que las ancianas deben tejer el tiempo mientras fuman el tabaco que ya fumamos (otro año. el año de los perros. cuando algo tenía la edad de los perros. cuando algo aullaba hacia la calle y era un cielo lleno de cavernas, un cielo lleno de cráteres en los que
alejandra dormía desnuda)
¿qué ves si te digo árbol? ¿qué muerdes si te cuento que una vez me perdí en un centro comercial y no lloré? solo pensé que iba a morirme, y eso me dio paz a los diez años. ¿qué es la paz para ti, de qué color es la respiración y de qué respiraciones es la paz? ¿tienes miedo?
¿tienes miedo en esta calle y ves en la calle el mundo, y tienes miedo en el mundo porque el mundo es como una calle y puede salir de cualquier ladrillo
un espejo deforme que te haga llorar?
¿lloras? (tengo, desde siempre, una especial relación con el llanto)
¿conocerse es el relámpago? (tiene que serlo, porque una vez me hablaste de salinas y yo recité en mi cabeza el poema entero, y descubrí que lo llevaba escrito en el tobillo izquierdo. en el corazón izquierdo. ¿llevas algo escrito o solo son relámpagos?). ¿qué sonidos te hacen encogerte? ¿qué pide que cierres los ojos, que bajes el mundo con los párpados, que te escondas? ¿por dónde te desdoblas? ¿tienes un camino directo a casa? debajo de la piel. debajo. de. la. piel. mi ciudad está bajo mi piel. si me miras, edificios: las antenas en los brazos y un rascacielos que me eleva las costillas. ¿los ves? aquí robaron un banco y aquí explotó una casa. yo sé que entrar en los otros es
descender un mapa interrogante.
y tengo mil preguntas por hacerte.
¿has soñado alguna vez con cuervos o con cuerpos o con algún filo de estrella caducada? como yo. como yo. 

lunes, 24 de octubre de 2016

los escombros de

Llegarás a la zona olvidada que hay tras el pasaje azul de mi cabeza. Al panel hueco en el que una gitana anuncia que vomito: tengo frío, tengo llanto.  

Recuerdo una contracción y recuerdo mis ojos que cerraban el día en las costillas. La noche en las costillas.

Y en los pechos. No, yo no tenía pechos. En la zona olvidada soy siempre una niña risueña, lista y torpe. Que quería comer verduras. Y volver a nacer. En la zona olvidada soy siempre yo, aunque cierre los puños y sepa que no hay salida.

Que todo está roto para siempre.

Que aquí me duele para siempre.

Y no hay una sola pastilla que pueda decirme que va a parar.

Y no hay una sola persona que pueda besar la zona olvidada.

Nunca, niña, nunca. No hay espacio suficiente para otra boca (aunque sea un pozo profundo, aunque la punta de tu dolor pueda perforar la tierra y vaciar de un espasmo todos los mares. Aunque quepa una casa y quepa una ciudad. Aunque ninguna luz pueda alumbrar tanto espacio, aunque te pierdas y llores y tengas que atarte una cuerda. Un ovillo para visitar a tu pequeño minotauro. Aunque otras leyes lo rijan y todo sea posible, y todo sea posible. No, no hay espacio suficiente para otra boca).

Porque es la zona que más recuerdo.

Y es un punto en mi piel. Y es el lunar de mi boca. Y soy yo. No esta yo que te mira. Que te mira a ti, que llegarás a la zona olvidada. Que llegarás como un cohete a la zona olvidada y pisarás la acera y rasgarás el precinto. ¿Rasgarás, dime, rasgarás el precinto?

¿Vivo entre los escombros de la primera vez que metí un dedo en mi vagina?
 

jueves, 20 de octubre de 2016

tarde

¿Cómo te sentiste cuando yo bajaba por tu esófago, cuando me revolvía en tus tripas, cuando sabías que estaba mordida y hecha trozos y que no tenía voluntad, que nunca volvería a tener voluntad? ¿Cómo, como te sentiste al saber que no podría moverme? Que seguramente jamás podría volver a moverme. Que habría deseado no poder moverme nunca más. Y quedarme vacía, tirada en un sofá rígido, con la ropa revuelta y los ojos secos y un punzante dolor en algún sitio. Quedarme muy quieta. Ser una piedra. A veces siento que mi único desenlace posible es desaparecer. Que tu digestión termine, que yo me convierta en un despojo (más, todavía más. Tengo ahora más ácido encima que aquella noche. Tengo ahora más ácido encima que cuando me puse de pie y todo me dolía y llegué a mi ducha a tientas. ¿Es por eso, dime, es por eso que lloro cuando me siento sucia?). When you break. Reproductor aleatorio. When. You. Break.

Imagino, por supuesto, lo que sentiste.

viernes, 14 de octubre de 2016

495959co

Cuando estés sola habrá unos ojos y después la nada. Vendrán en la cena. Tendrás el pelo sucio y los labios cortados (te levantas, te peinas, haces pis. Siempre que tienes el pelo sucio se te cortan los labios. Siempre que te levantas y te peinas y haces pis estás sola). Tú, filo de estrella, ¿qué querrás decir? Los ojos soplan la sopa y esperan. A ti, te esperan a ti. Y no serás la única. No serás la única que cene a las dos de la mañana ni que brille hacia dentro ni que sienta la necesidad de que le toquen. Porque hará tiempo que nadie te toca. Porque habrá una capa de barro sobre tu ombligo. No serás la única que no hable, que no hable ya ni siquiera con las paredes. Esas blancas y sádicas paredes. Cuando estés sola habrá unos ojos y después la nada. Visión: el izquierdo es rojo. Como la sopa de tomate, como la sangre que se desliza (que se deslizará. No será tan tarde) hacia la tierra. Sangras contra la tierra. Menstrúas contra el césped. Y lo recordarás. Delante del ojo, cuando el ojo aparezca y después la nada. Y habrá un gato, y bailará por la estancia (el habitáculo. ¿Qué pensabas?) para recordarte que no pasa nada. Nada.

Y no habrá pasado nada en años, y qué importarán los ojos o la oquedad que vendrá con ellos. Que profetizo que vendrá con ellos. Ya no serás joven. Cuando estés sola no serás joven. No darás corriente, no tendrás razones para masticar la piel que cuelga de tus labios. Una cena, una cuchara. Ya escuchaste toda la música del mundo y es mentira: un día, mucho antes, te cansaste. Dijiste basta, y dijiste cállate, y dijiste llora. No habrá razones para llorar, pero no serás feliz (¿a cuántas personas, dime, contradices con esto? ¿Cuántos libros, cuántos años de pensamiento, cuánta filosofía tirada por el remolino del váter? ¿Cuántas veces te has atrevido, dime, a ir hacia atrás? Ausencia de dolor, ausencia de miedo. Infelicidad. Podrida, macabra infelicidad. Dónde está Mario). Habrá unos ojos. Les darás la sal. Querrás lamerlos. Sabrás que no.

Sabrás que no. Será peor y sabrás que no. Y la casa tirada y los cacharros sucios, y la pecera vacía y el teléfono roto. Y tus manos. Míralas ahora. Suaves, limpias manos. Eficientes. Sirven para lavar y para acariciar y para matar. Sirven para hablar. Pero no serán nada. Nada. Tendrás la misma marca de nacimiento, la misma marca del estómago (perdón: el útero. A ti no te comió nadie) de tu madre. Pero nada, nada. La nada golpeando como un puño imaginado. La nada abriéndote como una uña rota. La nada palpando. Ella tiene manos, ¿qué pensabas?, y las tuyas no servirán. Habrá unos ojos, los mirarás con tedio, pensarás en algo. ¿En qué? ¿En ti ahora, en ti ahora encendiendo cigarrillos y haciendo el amor en un sofá podrido? Eso también pasará. Ahora no lo sabes, pero el tiempo. Y estarás sola y habrá unos ojos y después la nada. ¡Sopa de tomate! ¡Tú siempre has odiado la sopa de tomate!

Te pedirán un documento. Los ojos querrán tener certeza. Porque delante de tu rostro habrá otra piel (otra piel comida por las hormigas) que no dejará pasar la luz. Enterrada, a oscuras. Un documento que diga tu nombre o que al menos provoque la sangre. Un documento que les haga cerrar el día y cumplir con su trabajo. Pero no. Los habrás quemado todos. Liberada del tiempo, del mundo, del cuerpo. Hasta la raíz. Cuando estés sola llegarás a la raíz. Y el gato, y el tomate. El ojo derecho será negro. ¿Qué otra cosa es negra? ¿Qué otra cosa va a ser negra? ¿Qué otra cosa ha sido siempre negra? No encontrarás los papeles (¿qué pensabas?) y la vergüenza será asquerosa. Tendrás que comer piedras. Tendrás que hacerte cortes. Tendrás que vomitar. Si quieres que te reconozcan tendrás que vomitar. Pensar que habrá un reguero de cemento y después vomitar. Esculpir la identidad con el estómago. Esculpir. Con el estómago.

Cuando estés sola habrá unos ojos y después la nada. Los mirarás como si no estuvieran. Como si siempre los hubieras visto. Y pensarás en Pavese, y no será así. Eres hija de una voz y vas a querer hablar bajito, susurrarles tu cabeza. No hay manera. No habrá manera. Prohibido el estruendo. Prohibido callarse. Prohibido todo. Vivir está prohibido y no vendrá la muerte. Solo dormirás. Como siempre. Y tocarás tu cuerpo. Como siempre. Y no sentirás nada. Ah, no sentirás. Te quedarás bizca y te saldrá pelo en las manos y soñarás con pájaros: nada más que eso, nada más que el miedo. Pero

harás algo.

Cuando estés sola y haya ojos. Cuando lo sepas. Sí, así debe ser. ¿Qué creías? El miedo te puede. Siempre. Y harás algo. Te pondrás de pie. Como una tormenta. No dirás nada. Como un rayo. Abrirás el vidrio. Como un ciclón. Y después el tedio. Y después la marcha. Y después el lápiz. Con tus vejadas manos. Con tus repiqueteantes manos. Con tus manos muertas. Miedo, miedo, miedo. Por toda la casa. Por todos los muebles y toda la ropa sucia. ¡Por el fregadero, por la mugre del baño, por la cama deshecha! Y tu cuerpo: miedo en las pantorrillas, miedo en los hombros, miedo en el pubis. Miedo en la curva de los pechos. Como siempre. Miedo negro, miedo azul, miedo naranja. El rojo y el verde, siento decírtelo, tendrán la punta rota cuando estés sola y haya unos ojos. Y qué. Y qué. Porque harás algo. Porque se asombrará el gato y se asombrará tu oído de que haya una canción nueva. La de tus pies dándole golpes al suelo de vinilo y la de tus dedos rebuscando en la caja y la de tu boca respirando con agitación (casi el sexo, casi el olvidado dolor de las estrellas en el pelo).

Cuando estés sola habrá unos ojos y después la nada.

Porque irás al baño, te tocarás la cabeza. Otra vez. Te acercarás al espejo. Como un gusano, reptando como un gusano. Y ahí:

Un ojo rojo y otro negro.

Y la canción de los cristales cuando se rompen contra la nada. 
 

miércoles, 7 de septiembre de 2016

clac

Deberías estar comiéndote los libros, Aida. Resolviendo problemas. Problemas materiales, problemas que te entierran poco a poco en el mundo. No, tú escribes. En los muros, en los muros escribes. Con los dedos y con gotas de sangre. Clac. ¿Qué quieres decir hoy, chiquilla? ¿Por qué te revuelves en mi estómago, chiquilla? Crees que no te siento, pero sí. Siempre te siento. Lloras y bebes agua caliente (¿ni siquiera te dignas a ponerle una bolsa de té? ¿No entiendes que te sentirías mejor si le pusieras una bolsa de té? ¿También tendré que hacerlo yo, niña gris?) y te oigo, te oigo por todo el cuerpo. Sé lo que quieres decir hoy. No quiero que lo digas, pero lo sé. Niña, mi niña, sé que no lo sabes, pero si hablas, si hoy hablas y te desentierras los clavos de los dedos (sí, yo también los tengo) terminaremos así. Sucias. Torcidas. Con las encias hinchadas y con la regla. Puedes hablar conmigo, puedo escuchar tus infinitas dudas y puedes cortarme, a mí puedes cortarme en dos o hacerme dibujos con los dientes. Como los de la puerta del baño. Como los de mis tobillos. Silencio. Nadie tiene por qué aguantarte. Solo yo, solamente yo. Ven aquí. Quédate aquí. Estudia, Aida, estudia.

(Déjame decirlo o gritarlo o morderme los nudillos. Déjame hablar o temblar o vomitar. Necesito decirlo. Necesito decirlo. Necesito decirlo. Me duele todo. Todo me duele. Quiero. Quiero. Nunca te he pedido nada y nunca te he hecho daño y nunca he destrozado la casa ni te he cortado el pelo ni te he cortado los brazos a listones. Nunca te he hecho tener diarrea ni desmayarte ni te he matado ni he matado ni he robado un coche ni he sacado un cuchillo ni me he meado encima. Déjame decirlo o escribirlo o doblarlo. Doblarlo, doblarlo por el eje. Doblarte por el eje. Si no me dejas salir. Si no me dejas ir. Si no me dejas hablar. Voy a arrancarte la piel. A trozos. Con las uñas. Tú sabes que tengo las uñas largas y los dientes afilados y aquí tengo la lengua, aquí tengo la lengua que me sirve para decir todo lo que tú no quieres que diga. Puedo salir. De ti. Por la boca. Salirte por la boca como un escupitajo y llenarte de mis babas para que todos vean. Que estás gorda. Y que no follas. Y que te gustaría quemarte las manos. Ah, yo lo sé todo. Te gustaría quemarte las manos y que se te hinchen y que te salgan bolsas y después reventártelas con las uñas. Con mis uñas. Déjame decirlo. Nunca me he desnudado en la calle ni me he ido sin pagar. Mi premio es decirlo. ¿No lo ves, no ves que estoy sufriendo? Que me duelen los brazos, y además estoy gorda. Yo también. Y a mí me importa más que a ti. Fría, eres hielo frío y a cualquiera que intente tocarte se le pegará la lengua. Fría, gélida, dura. ¡Mentira! Yo sé que lloras con las pelis y con los anuncios. Yo sé que lloras. Y nunca me he cargado la tele. Nunca me he arrancado los dientes. Si no me dejas salir. Voy a hacer eso. Que no quieres que haga. Y no hablo de decir. Hablo de hacer. Eso. Eres una niña rota y te crees que yo lo soy, y te crees que yo lo soy solo porque vivo dentro y porque tú te has convertido en la que manda y porque tú, ah, tienes que estudiar. Nunca he suspendido un examen. Nunca he escrito que te follen en un examen ni me he comido el papel ni me he reventado la nariz contra la silla. Nunca, nunca, nunca. Déjame decirlo. Déjame decirlo. Yo sé que tengo que decirlo. Que quiero decirlo. Nunca te he mareado ni me he masturbado en público ni he dicho pato en vez de hola. Nunca. Y tú quieres decirlo. Sé que quieres decirlo. Soy pequeña y cruel pero quieres decirlo, decirlo. Soy un cohete. Soy un cohete y además hablo. Y además muerdo. Y además rompo papeles importantes. Mírame a los ojos. Algún día te vas a quedar bizca. Si no me dejas decirlo voy a quedarme bizca)

lunes, 5 de septiembre de 2016

Cosas que quiero hacer (para siempre y de forma excluyente)

Beber leche de arroz. Rechazar los lácteos. Leer en la cama con canciones de Wilco que no conozco reproduciéndose desde mi móvil, reproduciéndose hasta el infinito desde mi móvil. Calificar vídeos porno en mi cabeza. Morderme las uña del dedo gordo. Chatear. Chatear con personas a las que quiero y también con personas a las que no quiero que me demuestran lo buenas que son las personas a las que quiero. Pensar que este boli es una mierda. Doblarme en una cama muy grande cuando estoy sola y quiero salir a que los cuervos se beban mis ojos. Quejarme del papeleo. Odiar el papeleo. Odiar el concepto de papeleo. Beber vino con alguien que sepa hablar. Cualquiera. No ser nada. No ir a clase. Ir a clase y leer a escondidas por debajo de la mesa. Ver telebasura. Ver películas, ver muchas películas. Películas en las que haya besos. Besos entre personas que estén saliendo de la adolescencia y que estén perdidas. Como yo. Tumbarme a mirar el techo y tocar mi cuerpo. Comer. Ah, Aida, empiezas a ser cargante. Salir y que la Ciudad haya cambiado. Que tenga una capa nueva. Solo me hace falta una capa para salvarme. Lo único que me separa de la salida es una capa, una capa. Encender velas. Morderme los labios. Lavarme los dientes. Llorar. Reírme de forma escandalosa en público. Quemar algo. Quemar todas mis cosas. Quemar. Rehacer todas mis cosas después de quemarlas y regalarlas. Que a todo el mundo le vaya bien. A todo el mundo. Menos a mí, porque yo no nací para eso. Yo no nací. A mí me crearon con unn lápiz. Y un cordón de zapato. Y agua. Ver mil veces el vídeo nuevo de Adele. Tener las uñas de Adele. Que a Adele le vaya bien. Que el ex de Adele sepa que es un cabrón, pero que le vaya bien. Que todos los hombres que han sentido algo por mí me perdonen. Que todas las mujeres que me han besado encuentren otra boca mejor. Otra boca. Porque yo no nací para eso. Dibujar un basilisco. Saber qué pasaría si me tirara por un puente. Decirle a él que yo no quería. Vomitar. Ver crecer a mi perro. Ver crecer a mi hermana. Verme crecer. Terminar este diario. Irme a vivir a otro sitio. Tener una casa. Llenarla de fotos. Y de recortes. Y de dibujos. Llenarla de velas. Que huelan a talco. Vivir sola. Por favor, no vivir sola. Casi sola. Casi sola y. Mi corazón es espuma plateada. Mi corazón es la espuma que se forma tras tus dedos cuando te lavas la cara. Mi corazón es la espuma que sale de la boca de los que se mueren envenenados. Que mi corazón sea mi corazón. No burbujas, sino mi corazón. Que Adam y Dan puedan dejar de beber. Que Adam y Dan se emborrachen hasta perder el sentido y los colores y las náuseas. Comer ramen. No comer nada. Dejar de pensar que quiero morirme. Enterarme de que no quiero morirme. De que Ellen se tiró de un puente porque la vida era como escuchar a alguien muy pesado, pero yo no. Yo sé que no. Yo no tengo dieciocho años. Tener dieciocho años. Una capa. Solo una capa. Todo más húmedo o más frío o menos brillante. Cambiar de gafas. No salir nunca de la ducha. No salir nunca. No querer salir nunca. Que S.B. lea mi libro. Que mi libro no sea una sucesión de vómitos y fascinación. Dejar de fascinarme. Dejar, por favor, de fascinarme. 

Ah, Aida, empiezas a ser cargante.