¿Qué significará el tiempo sin relojes?

viernes, 30 de octubre de 2015

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Y tú, que nunca aprendiste a deshacerme el nudo de la falda, te quedaste aquí como el primero. Yo te quise, te quería, y me moría por extenderte los dedos en la espalda y comenzar. Había en nosotros un roto, una cosa disfuncional que lo hacía todo mejor, más alto, algo que te hacía sonreír mientras el aire se escapaba de tu boca. La grieta entre tus dientes, mi amor, era lo único que me salvaba de mi casa. Si todo se caía a cachos, tú aparecías con la boca abierta y esa peca y la ropa interior levantada como un sueño. ¿Te acuerdas, te acuerdas de cuando morían los mosquitos? Y yo quería salvarlos, pero no podía dejar de decirte que estaba enamorada de tus manos grandes. Tus manos, tus manos locas ascendiendo por las rectas de tu cuerpo solo para que yo, yo, mi falda anudada, te viera respirar a ciegas. Nos gustaba tanto mirarnos. Nos queríamos tanto entonces, cuando yo escogía un sueño y me lo dibujaba entre los muslos, y tú sonreías al verme sonreír mientras subía sin ti. Pero la soledad era tan grande.

Tan, tan grande. Nunca aprendiste a deshacerme el nudo de la falda. Nunca me esperaste, nunca me intentaste. Lejos, el cielo me hablaba de ti: me pedía que lo dejara todo así, que no llorara, que me guardara los nudos dentro del ombligo y te dijera que. Éramos tan chicos. ¿Cuántos años tenía yo? Tal vez quince. Tal vez ninguno. ¿Y tú? Ya no lo sé. No había edad si te rompías, no había años si me decías que querías mirarme y pensarme sola, sola en casa como las niñas malas y las cosas que no encajan. Ha pasado el tiempo y ahora la soledad es más pequeña, pero ya no te tengo aquí. ¿Dónde estarás? ¿Piensas en mí, piensas que ahora sí que estás solo porque no te miro? ¿O hay otros ojos, otras manos, otros dedos lanzados al espacio? Tenías un cielo tan bonito. Unos ojos limpios. Sucios de repente. Todo nublado de pronto. Yo te quise, te quería. Sobre todo entonces.

Pero tú. Tú nunca aprendiste a deshacerme el nudo de la falda.
 

bloq


Bloqueo.
Cierro los ojos. Cierro las manos. Me cierro.
El tiempo llueve.
Soy un bloque de mí y tengo cien mil nudos en la boca, cien mil nudos que me aprietan y tensan las cuerdas vocales y no me dejan hablar, no me dejan callarme, nada. Solo esta voz de llanto sin cabeza.
Cuadrada. Ilegible. No tengo nada más allá de mí. No hay tiempo, no hay aire, el suelo se hace de mí y la pared soy yo y me hablan, me hablan todos pero son yo con los labios cosidos y los oídos curvos, y con los ojos rotos y el cuello desgajándose hacia.
Hacia. Hacia mí. 
Alejandra: las lilas se me caen de las manos. Alejandra: los cuerpos no anochecen. Alejandra: estoy cansada de ser.
Y me hablan, y me hablan, y me dicen. Y me juzgan. Muévete. No te quedes quieta. No hay más tiempo.
A veces no puedo moverme.
A veces me paro y me ahogo y es el peso, es el peso de ser todas las cosas que veo.
Bloqueo.
Soy un edificio cerrado.

Y no sé si yo soy yo.
 

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(y mira que creía/en los dientes amarillos/las tazas rotas/los azulejos/en mí/animales ciegos/en el centro del pecho/un cajón/de narices/para cambiar/cómo respiro/yo/yo/yo/y ahora que me he ido/ahora que ya/no estoy/no sé cerrar los ojos/para buscar entre las capas/y capas/de mis dedos/    pero golpeo las ventanas hacia dentro    /y me pongo esférica/contengo el viento/toco/los bordes/lo más bajo/y ya no estás ya no vives/conmigo/ya no llueve en tu espalda/ya no lluevo/en tu espalda/canción deshabitada/y mira que creía/en el cuello de mi razón/en ti/y en mí/    pero ahora golpeo las ventanas hacia dentro    /como si los ojos/se curvaran/y dejaran hueco/para ser/otra vez/y animales ciegos en el centro del pecho/y tú/que ya no estás/conmigo)

a ti,
que ya no me esperas.
a mí,
que ya no te espero. 
 

domingo, 18 de octubre de 2015

nadadora


Sí. Pero yo pongo nombres porque lo necesito. Mi vida es dar palabras a colores y pinzas que no veo y que no siento. Ahora fumas, y no me entiendes. Creo (siempre he creído) que un espejo debe comprender. Es lo único que queda cuando buscas la mirada desde la que miras.

Creí ser como tú solo porque quise mirar desde tus cuencas.

¿Comprendes?

Sé que no.

Sigue fumando. Tal vez, en algún momento, una partícula de humo y de pulmón entre en mi nariz. Sigue así, que yo me muevo lejos. Porque un día me paré y me vi caótica y me di cuenta de que no teníamos nada que ver, nada, nada más allá de un rasgo común sobre los labios y un libro que queríamos quemar. Tengo diarios llenos de pequeños apuntes sobre ti. Hojas que te cuentan. Siempre pensé que hablaban de mí, de mi cabeza por dentro y de los sueños de mis sueños. Pero tú. Tú eres el ojo de mi lápiz. Y si te puse nombre fue porque siempre, siempre, siempre lo necesito. 

Te encontraba en todos los espejos. Ahora, aunque escueza, solo te veo en los muros. 
 

jueves, 15 de octubre de 2015

la vida en las agendas


la vida parece tan sencilla en las agendas - frase que apunto con el corazón en los nudillos. pasar las hojas de una agenda debería contar como terapia anti-terapia. y eso que nunca me he comprado ninguna, mira, y eso que siempre cojo las de los demás y empiezo a hojear y me siento mejor hasta que me cruje, hasta que me cruje el cráneo. las vidas de otros parecen tan sencillas - lápiz, lápiz, coge toda mi sabiduría y haz que el profesor se calle. las vidas de los otros, sus agendas, parecen sencillas - médico 16:00, natación los miércoles, comida para el gato. importante: cambio de horario. la cuadrícula es sencilla, el plan está claro. las hojas se pasan y son semanas, ¿ves?, es fácil, fácil, pero no apuntes que hoy el día es triste, que te sientes mal, que estás agobiada. no escribas el grumo en las pupilas ni la tierra descompuesta ni que echas de menos a tu mejor amiga (que está de erasmus en italia y es feliz). pero mi agenda es mi diario y es mentira, es mentira, la vida parece tan sencilla en las agendas - descanso 17:00-19:00, y no permiten la curva del cansancio ni el tacto de la manta cuando estás tirada en la cama, ni que estar tirada en la cama signifique algo. trabajo, trabajo, vamos, citas, téjete, arriba. tienes que debes y no puedes no lo apuntes di que puedes: di que mañana hay eclipse de luna, cállate la cara de tu cara, los ojos con los que vas a mirar el escondite o el cielo raso. no, no que vas a reírte, no que te vas a estrellar, no que no quieres seguir, que estás cansada, que quieres cambiar de vida, que todos los planes apuntados en la agenda son tu cárcel. la vida parece tan sencilla en las agendas - eres tan difícil, tú eres tan difícil, tú que no eres médico 16:00 sino mirar la pared antes de que se derrumbe el techo
 

domingo, 11 de octubre de 2015

de ti y no de mí


"No quisiera que lloviera
te lo juro
que lloviera en esta ciudad
sin ti
y escuchar los ruidos del agua
al bajar
y pensar que allí donde estás viviendo
sin mí
llueve sobre la misma ciudad
Quizá tengas el cabello mojado
el teléfono a mano
que no usas
para llamarme
para decirme
esta noche te amo
me inundan los recuerdos de ti
discúlpame,
la literatura me mató
pero te le parecías tanto"
Cristina Peri Rossi


Chica de ojos lluviosos, quiero mezclarme con tus charcos. Ser agua de tu agua, sentir tu respiración clavada en la piel, nadar. Dejar de verte lejos. Fuera de mis manos. Tejiendo la noche, clavándote en el pecho una luna más azul. Siempre te espero más allá, más difusa, menos clara. Nunca seca, nunca jamás seca. Eres húmeda como una llama en el vacío. Tienes un paisaje de estrellas en la boca. Me he dado cuenta de que esta noche solo me apeteces tú. Y todo el aire, todos los goterones de esta lluvia nocturna (hoy hay tormenta, hoy todo está lleno de gatos), todo me desinfla. Solo me apetece un beso en la mandíbula, un saxofón triste. Y no. No, jamás los labios cerrados y el sonido del cielo. Ahora solo las nubes llorosas, solo agua sin buzos ni estrellas rotas de mar. Y a ti se te estará perdiendo la sonrisa en alguna parte, y tus manos tocarán madera y el tiempo se mezclará con la luz en el hueco de tu ojo izquierdo. Clávamelas. Clávame las comisuras de tu boca como dos agujas, dos pinchazos inalterables, irrevocables, hasta el fondo de las venas, de mí y de mis edificios interiores. Estoy aquí. Llueve, llueve como si los locos planearan la noche, llueve hasta el asco, y Tulsa me canta. He andado esta noche paseando por tu pelo/y he descubierto que cuando duermes/destruyes agujeros negros. Soy solo un punto, una gota más de agua. Pero ojalá nadarte, ojalá entre la tormenta, ojalá tus dedos de romper la grieta del cielo y salir de casa sin paraguas. Adiós, paraguas, adiós: ya no quiero salvarme de lo húmedo, soy ahora patrimonio mojado, ahora me cala este río vertical hasta el esqueleto. Y que el sol no salga si no hay chica de ojos-lluvia ni voz quebrada ni flores que se abren para ojos que no son los míos.

(hoy me siento muy peri rossi. primero vino esta lluvia,
después el ahogo de verte llover. el poema, hace un momento,
me quebró hasta los tallos de los tallos. es uno de mis
poemas favoritos en el mundo. es uno de los poemas más
tristes de mi estantería. esta nota no tiene sentido,
y tampoco lo tiene ninguna de las demás. lo sé. lo sé.
yo no tengo sentido. esta lluvia, carajo, no tiene sentido.
tú, finalmente, tampoco tienes ninguna clase de sentido.
pero te escribo. hoy te he escrito.
 sé que sabes que te he escrito.
llueve.
te reconocerás aquí dentro)

 

por qué

"por qué ya no os conmueven los partos de los animales
por qué"
maría sotomayor


Por qué besar el aire. Por qué estirar los ojos. Por qué marcar los rayos, por qué trepar las piernas. Por qué trabajo, por qué antinatural. Por qué los coches de lata, por qué ramos de flores muertas. Por qué uñas tan largas, por qué móvil nuevo. Por qué mass media. Por qué temer al tiempo. Por qué saturarme la garganta, por qué querer volar como un avión. Por qué no como un pájaro. Por qué dientes nuevos, por qué fundas más blancas. Por qué un ensayo sobre la expansión del mercado. Por qué no un poema. Por qué guardarse la risa, por qué choque con lo real. Por qué vestidos de gala, tacones, compresas. Por qué la sangre. Por qué tocar al viento. Por qué esconder los ojos, por qué temer las bocas, por qué morder los dedos. Por qué ansiedad. Por qué clases, por qué llegada, por qué la puerta. Por qué capital, terreno, ahorro. Por qué pobreza. Por qué tristeza. Por qué ataques al corazón. Por qué atacar a un corazón. Por qué contar las veces, por qué no ser la ola, por qué escaleras. Por qué hombre, por qué mujer, por qué amar un sexo. Por qué lo duro o lo turgente. Por qué sin muslos. Por qué menos barriga. Por qué me escondo. Por qué no ser. Por qué photoshop, cremas, tijeras. Por qué ego, por qué belleza, por qué un canon. Por qué amor. Por qué no amor. Por qué violencia, violación, agujeros. Por qué remendar lo roto, por qué coser los labios, por qué silencio. Por qué invisible. Por qué esconder los pliegues, las heridas, el eje. Por qué las lágrimas. Por qué todos esos rostros sin cara, por qué no carcajadas que no acaban, por qué la tierra y no una luna desnuda. Por qué no cerrar los ojos, cruzar el puente y recomenzar: por qué ser más que esta lengua húmeda.


sábado, 10 de octubre de 2015

sin título (para qué)


"I'll always remember you like a child, girl"
Wild World - Cat Stevens



Mira: yo sé todas tus cosas. Tu cuerpo y tu estrella y tus labios de rojo rojizo. Sé tus calles, las dobleces y los atajos. Los huecos más asquerosos y dónde se llora mejor. Y no aguantarías descubrir cuántas cartas te he escrito. Esta es la última, te lo prometo, y voy a cumplirlo porque tengo los ojos llenos de legañas y el pijama pegado al miedo. Hoy quiero estirar tu boca y tejerme el mapa. Andar los callejones de ti con todos mis pies. De verdad, con todos. Siempre he sabido dónde tienes las costuras. Te he remendado dos veces, tres, cinco. Tantas de mis manos pinchándote y haciendo cruces con el hilo. Lo siento, mujer-avión, pero ya no. Ya no te persigo. Te estoy subiendo a ese vuelo que te lleva tan lejos. Y estoy fría y estoy despierta, y tengo una bola de ti en la garganta. Pero hablo sin parar y vomito ruido y nadie me dice cállate, nadie me trae a casa, nadie me da los besos de tus besos de puzzle de besar.

Te vas a ir. Yo me quedo con la huella de tus piernas, de tus manos, de tu pelo. De tus brazos largos. Sé que me has mirado siempre como se mira a lo más pequeño. Lo más chico pero lo más importante. Como un grano de arena que salva de la muerte. No te echo de menos, niña. No te busco entre los parques. Tampoco lloro. Te tengo a veces entre notas, y es una cosa cálida, pero ya no te veo tocar con los dedos y esas uñas tan jodidamente largas. Siempre vienes como eras antes de ti, antes de mí, de mi traje a rayas y mi sonrisa feliz. Como cuando todo era más triste y el dolor estaba más cerca. Lo que eres ahora (lo que no se me aparece, a lo que no escribo esta carta) no me sirve. No me calza, ¿entiendes? Y me hace daño, me aprieta en los pies. Y creo que es justo, chiquilla, irte por tu lado y no por el del zapato. Qué egoísta, qué egoísmo tan guarro, Aidita, dirás. Ya lo sé. También sé todas mis cosas.

Pero créeme, siempre me voy a acordar de ti. De ti en aquellos días. De tu forma de andar y tu miedo a pocas cosas. De la versión de ti que conozco, que sigo conociendo, que me despierta y me hace estar aquí, aquí sola y hueca y lejos del salvador vaso de agua. Niña, mi niña, entiéndeme: no tienes derecho a hacerme tragar tus horas de vuelo, tu casa nueva, tu vajilla de estudiante lejana. Yo tampoco puedo hacerlo. No me quieres con mis libros de segunda mano y mi cafeinomanía y mis juegos metafísicos. Sí con mis uñas pintadas de negro galáctico. Así que déjame, mujer. Déjame durmiendo en el filo de tus calles. Dando vueltas como un trompo. Ahora, justo ahora, todo lo que fui vive contigo. Y lo que tú eras (tu risa, el camino de tus dedos, los besos tristes) está aquí. Me despierta para que lo acurruque y le cuente cuentos y le deje vivir una vida y no una tristeza de marcha. Seguimos juntas, chiquilla, y eso es el siempre. Pero no te escribo más. Ni te llamo. Se acabó, y te quiero más así.