¿Qué significará el tiempo sin relojes?

martes, 18 de junio de 2013

Hay palabras que no merecen ser pronunciadas en voz alta.
"Adiós" es una de ellas.

lunes, 17 de junio de 2013

porque sí



Me dijiste una vez que todo tiene que terminar a su tiempo, que a veces no es bueno empeñarse en seguir con algo que ya no da más. Y aquí estoy yo, estirando tu ausencia como si aquello pudiese haber durado para siempre. Y es que a veces pienso que podríamos hacer retroceder las agujas del reloj y ser de nuevo simplemente tú y yo. Pero todo tiene que terminar a su tiempo, incluso eso. Me dejaste ir, nos dejamos ir, y decidimos no empeñarnos en seguir con algo que, créeme, agotamos.
Buenas noches, estés donde estés, hagas lo que hagas, quieras lo que quieras, pienses lo que pienses. Hoy no estoy guerrera. Tal vez ya empiece a ser la buena chica de la que quisiste haberte enamorado. O quizá siga siendo yo. Una buena chica no te escribiría precisamente a ti.

qué más da si es sin ti o sin mí





te quiero y me quiero;
tal vez no tenga nada que ver, quizá sea otro de mis líos cerebrales...
y es que tal vez nada de esto tenga sentido.
pero dentro de cada 'tal vez', de cada duda, hay esperanza.
dentro de cada 'tal vez' hay otro más pequeño, la otra cara de la moneda, la cara oculta de una luna que brilla con luz propia y arrincona el desasosiego en una esquina del espacio.
y así, dudando incluso si dudamos, preguntando por qué igual que los niños pequeños, siendo precavidos, dejando un pequeño margen por y para nosotros, obligamos a crecer a la esperanza.
va cumpliendo añitos, celebrando logros, madurando, rompiéndose la cabeza en resolver los puzzles que nos coloca cada período de tiempo, corre, destraba las esquinas del tiempo, cumple sus sueños, olvida sus dramas, vive, se abre paso, recorre su camino (¿con o sin brújula?), salta obstáculos.
y empieza y pasa la vida gracias a aquel 'tal vez', a aquel 'quizá' que convirtió la más deprimente de las oraciones en un conjunto de palabras que llena los ojos de rayos de sol.
y todo por quererte y quererme,
por pensar que tal vez no tenga nada que ver, que quizá sea otro de mis líos cerebrales.
y es que dicen que todo pasa por algo.
te quiero y me quiero.
tú y yo somos la esperanza.

jueves, 13 de junio de 2013



¿Y si te enseño a caer?

Quiero decir, soy totalmente incapaz de enseñarte eso que siempre predicas no saber. No puedo enseñarte nada inútil, nada con lo que llenarte la cabeza para nada.

Y es que yo de cosas inútiles no sé (si eliminamos lo que sé de mí).

¿Te enseño a caer? De eso sí que sé. Y tal vez te pueda enumerar cincuenta y dos formas de levantarte del suelo. O quizá sólo quieras aprender a caer como las gotas de lluvia.

No lo sé.

El caso es que caer es una arte y levantarse solamente es la admiración de la obra que creas con cada traspiés, es ser capaz de volver a ponerte a disposición del efecto de la gravedad. Ponerte de pie es prepararte para caer de nuevo. Y el caso es no quedarte en el suelo esperando que sea el mundo quien te levante.

No, eso no.

Debes hacerlo tú.

Y a base de repetir aprenderás a apreciar el arte de la caída, del descontrol, del vaivén, del mareo, el arte de tropezar.

A caer ya te enseño yo.


jueves, 6 de junio de 2013

manifiesto del que llueve




Caigo en picado desde el filo de mi casa de algodón. Y a mis pies veo que el mar está gris; no hay olas ni barcos que rompan con la armonía del eterno gigante que siempre espera una revolución. Me deslizo entre el aire que, juguetón, me abre paso entre sus cuerdas y me susurra bajito que allí abajo está la vida. Y sobre el mar, justo ahí, donde no hay olas, aterrizaré. Descansaré sin descarrilar sobre las aguas grises que reflejan lo que ocurre en las alturas; y volver, respirar, fluir... 
A mi lado, compañeros se desploman como yo en este viaje que podría llevarnos hacia el mismísimo núcleo de la Tierra o, quizá, hacia el agua. ¿Cómo no ser como ellos? ¿Cómo desafiar las leyes de la física y caer en el océano sin fundirme con gotas que, aunque viven de este ciclo, no tienen nada que ver conmigo? ¿Cómo estirar el tiempo y vivir en él y de él sin transfigurarme en el arquetipo de la gota que se vuelve agua que a su vez se vuelve mar? ¿Cómo no ser parte del todo? 
Así me deslizo, eterna y fría, fruto de la tormenta perfecta. Corro hacia abajo y, aunque no hallo una corriente de aire que me guíe, me abro paso entre el destino. Y es que es deseable caer y descansar sobre el mar aun sabiendo que volveré a ascender a las nubes, y quedarme flotando entre gemelos que no conozco y mirar los peces y jugar con las estrellas de mar. Pero, ¿y desafiar al destino? ¿Y si no quiero aquello que me imponen por ser quien soy, por estar abocada a desprenderme del mismísimo cielo? Quiero y no quiero, y por no desearlo, lo ambiciono. Y aunque pienso, sigo desplomándome y echo una mirada a mi ineludible destino. Me acerco cada vez más, centímetro a centímetro, y el mar sigue siendo gris y yo sigo estando viva. Y entonces, casi sin querer, con ojos de miope veo azoteas y carreteras que se unen y se separan, que parecen las venas de un cuerpo quieto pero lleno de vida. Es aquel océano que desde lo alto me pareció grisáceo; el destino. No hay mar, sólo yo y los edificios. A mis pies hallo historias, y me parece que sobre cada cubículo habitable se alza una nube distinta a la que me sirvió de alojamiento; una nube más traslúcida y tangible.

Cierro los ojos y me solapo con el muro del edificio más alto. Patino por sus ladrillos y ya no sé qué soy; escalo a la inversa y, cada vez que me topo con un cristal, siento frío y veo el origen de esas nubes cotidianas que sólo vemos si aprendemos a mirar. Diviso dolor, angustia y amor; vacío, indecisión y esperanza; partículas que evitan un destino que les fue otorgado nada más ser extraídas del cuerpo caliente que les dio la vida. Me deslizo, lo hago con lentitud, saboreando el momento, acariciando el hormigón. Desconcho la pintura, marco las paredes, dejo mi huella. Y cuando llego al asfalto, cuando la vida se me vuelve horizontal, cuando las corrientes me llevan por las venas de la ciudad, tomo constancia de que esquivé el destino al que me orientó la naturaleza. O quizá me evitó él a mí. O tal vez, sólo tal vez, siempre estuve equivocada. Termino así, sobre la carretera, sin ser una más. Siendo sólo yo.

miércoles, 5 de junio de 2013

el arte de sentir

Y, quién sabe, tal vez todo esto sea una tontería. Pero un día -uno bueno- me di cuenta que sientes demasiado. El hecho de que me dé cuenta verifica precisamente mi teoría; a veces, y sé que sin querer, los sentimientos se te agolpan -muy ruidosos- en el filo de los poros y tú, incapaz de guardártelos de nuevo, los dejas salir. Ellos ascienden libertarios por el aire que ocupa el radio de acción de todo tu ser; suben, corren, galopan, te marean. Y es que cuando quieren salir y fluir y volar por el mundo como pájaros que no tienen alas ni plumas, cuando se amarran la cuerda y la lanzan al exterior esperando que se agarre a cualquier roca más dura que tú, justo en ese momento, crecen. Crecen, lo hacen deprisa y sin pausa, crecen corriendo, como sólo ellos saben hacerlo; se multiplican y brotan de lugares insospechados y se unen con la cinta adhesiva del autoengaño. Y entonces, de repente, ya no caben dentro de ti. Lo único que puedes hacer es dejarlos salir. Es en ese momento cuando dejas patente que eres de sentir y callar, de guardártelo todo en los bolsillos que el cuerpo no deja ver y, cómo no, sentir. Sentir mucho en poco tiempo.
¿Podría alguien, en una de esas fugas sentimentales, robarte un pedacito de eso que dejas ir con facilidad y fragilidad? Yo querría. Tal vez para comprobar cómo es sentirlo todo de golpe y seguir teniendo tiempo para aparentar que aquello que te oprime los párpados no es más que creatividad. Querría. Pero no tengo pasamontañas ni saco; sólo tengo córneas y un sueño por el que mereció la pena pasarse la vida en una eterna fase REM (Rapid Eye Movement, quizá lo que me haría falta para robar algo que va más deprisa que yo). ¿Podría yo recibir un poco de ese sentir, de ese dolor agudo, y guardármelo para siempre como un souvenir del interior de tus costillas? Querría.

martes, 4 de junio de 2013

¿sabes?


Me refería a vivir de puntillas para tener los pies un poquito más lejos del suelo.  
 

dos


Esa pregunta que parece parir preguntitas, que me muerde, no es más que la acusación que siempre llegaba a mí. "¿Pienso en ti cuando me rompo o me rompo cuando pienso en ti?". Y es que a veces necesitamos echarle a alguien la culpa para sacárnosla de dentro.
Lo sé perfectamente. Tú no sabes una mierda de mí. No tienes ni idea. Sigo siendo para ti la chica fría, racional, continúas haciendo gala de aquel argumento rancio mío de "todo lo que hago es por algo". Exactamente lo contrario a lo que soy.
Ni pienso en ti cuando me rompo ni me rompo cuando pienso en ti. Pero me obligo a intentarlo. 
 

uno



Hoy vengo a hacerte preguntas.
Una, en concreto; llevo tanto tiempo masticándola que ya parece abarcar más de lo que debería.
¿Pienso en ti cuando me rompo o me rompo cuando pienso en ti? 
¿Pienso en ti cuando me rompo o me rompo cuando pienso en ti? ¿Pienso en ti cuando me rompo o me rompo cuando pienso en ti? ¿Pienso en ti cuando me rompo o me rompo cuando pienso en ti? ¿Pienso en ti cuando me rompo o me rompo cuando pienso en ti? ¿Pienso en ti cuando me rompo o me rompo cuando pienso en ti? ¿Pienso en ti cuando me rompo o me rompo cuando pienso en ti? ¿Pienso en ti cuando me rompo o me rompo cuando pienso en ti? ¿Pienso en ti cuando me rompo o me rompo cuando pienso en ti? ¿Pienso en ti cuando me rompo o me rompo cuando pienso en ti? ¿Pienso en ti cuando me rompo o me rompo cuando pienso en ti? ¿Pienso en ti cuando me rompo o me rompo cuando pienso en ti? ¿Pienso en ti cuando me rompo o me rompo cuando pienso en ti? ¿Pienso en ti cuando me rompo o me rompo cuando pienso en ti? ¿Pienso en ti cuando me rompo o me rompo cuando pienso en ti? ¿Pienso en ti cuando me rompo o me rompo cuando pienso en ti? ¿Pienso en ti cuando me rompo o me rompo cuando pienso en ti? ¿Pienso en ti cuando me rompo o me rompo cuando pienso en ti? ¿Pienso en ti cuando me rompo o me rompo cuando pienso en ti? ¿Pienso en ti cuando me rompo o me rompo cuando pienso en ti? ¿Pienso en ti cuando me rompo o me rompo cuando pienso en ti? ¿Pienso en ti cuando me rompo o me rompo cuando pienso en ti? ¿Pienso en ti cuando me rompo o me rompo cuando pienso en ti? ¿Pienso en ti cuando me rompo o me rompo cuando pienso en ti? ¿Pienso en ti cuando me rompo o me rompo cuando pienso en ti? ¿Pienso en ti cuando me rompo o me rompo cuando pienso en ti? ¿Pienso en ti cuando me rompo o me rompo cuando pienso en ti? ¿Pienso en ti cuando me rompo o me rompo cuando pienso en ti?