¿Qué significará el tiempo sin relojes?

martes, 24 de junio de 2014

18



Buenas noches, 
las noches nunca son buenas porque hace frío, y las estrellas están tapadas por una puta capa de luces que son de mentira, que no alumbran como el sol, que no dan calorcito. Nunca son buenas porque a veces estás contenta, entretenida, bien, y tienes que irte a dormir porque al día siguiente tienes que madrugar y entonces con la noche te viene la certeza de que las madrugadas y las mañanas nunca son buenas... Las noches nunca son mejores que los días, porque hay poca luz en la calle y no ves dónde pisas, y no puedes hacer ruido ni beber café, ni sentirte radiante y tumbarte para que el sol te dé en toda la espalda. Nunca son buenas porque siempre terminas manchándote con algo, y no ves que te manchas, y no puedes acudir corriendo al baño para limpiarte con un papel mojado, y la mancha penetra y penetra y penetra en la tela, y cuando llegas a casa y te acogen esas luces también artificiales, pero que al menos no roban estrellas, te das cuenta de que estás hecha una mierda. Las noches nunca son buenas porque te vas a dormir sola y no puedes salir a la calle a buscar un poco de calor, nunca son buenas, no lo son...

Pero entonces llegas a la cama y cierras los ojillos, y sólo ves la oscuridad de lo que tapa tu mirada, y ves como un vacío, como si fuera el espacio, que se llama espacio porque no hay nada y caben muchos muebles, muchas cortinas que en casa sí que no terminan de caber. Espacio, eso es lo que es, lo que tienes. Espacio para desparramarte, para ser tú al completo y entrar en ese mundo único que albergas dentro del coco. Espacio, espacio, el espacio de tu cráneo. Y te duermes, y el espacio se hace más grande, y se llena de imágenes y sensaciones y a veces de sabor, olor, tacto. Te duermes y sueñas, materializas lo que siempre llevas dentro aunque no lo parezca. Porque siempre llevamos dentro los sueños, imágenes inconexas de lo que somos y el airecillo que tenemos dentro del esqueleto. Siempre somos los mismos, lo mismo, y cuando nos dormirmos las noches dejan de ser malas y se convierten en simple espacio que llenar. Porque quizás amanezca dentro de ti, y tú serás una cáscara que reposa sobre el colchón, y mostrarás al mundo la dualidad de tu cuerpo. Quizás amanezca y ya no sea de noche, y se salve el momento y seas, dentro de ti, tú al completo.

sábado, 14 de junio de 2014

cuepo, alma y chispa



Hundo las yemas de los dedos en mi muslo, me clavo las uñas y me palpo el dolor con la mismísima mano que lo provoca. El dolor es caliente, y me cubre la piel como una crema espesa, dura, turbia. El dolor es caliente porque rompe las células. Y mis células gritan, gritan como locas, porque están desnudas y yo les parto el eje, y sigo cavando con los dedos un agujero infinito por el que caer, como Alicia... Me duele, y entonces soy carne, soy músculo, soy huesos, soy el cuerpo que grita bajito porque siente. Hundo las yemas de los dedos en mi muslo y me palpo la dureza de los huesos. Entones sé que soy esqueleto, y soy lengua y uñas y piel, y el fondo de mis ojos, y cartílago y un corazón que late a destiempo. Sigo apretando, palpando, rebuscando, y entonces también soy tripas.
¿Qué quiero ser?, pienso, repienso, requetepienso. ¿Qué quiero ser?... Ahora, justo ahora soy este cuerpo, este trozo de carne que camina y corre y vive, que siente dolor y placer y la hinchazón de la respiración. Soy todo esto, un cuerpo humano, y comprendo dentro de mi ser todo lo que la anatomía puede querer de mí. Soy un cuerpo completo, y tengo muchas partes. Y cientos, miles de personas han dedicado su vida a desentrañar cómo funciono, qué es lo que llevo dentro, por qué navega la sangre y a santo de qué tienen que hinchárseme los pulmones para poder vivir. Miles de personas sentadas delante de una mesa, espiando mi naturaleza, que también es la tuya, y la de la vecina. Todos somos iguales, y tantos se han consagrado a saber cómo somos todos, qué coño tenemos por dentro.
Así que soy este esqueleto. Un esqueleto humano, quizás aburrido, porque no tenemos alas ni cola. Pero es lo que soy, lo que tengo. Y es lo que adivino cuando me clavo las uñas en la piel. Y sin embargo, aunque soy todo esto, ¿qué quiero ser?...
Me pregunto qué quiero ser porque sé que dentro de mí también llevo corrientes de viento, y de ceniza, y de chispas. Yo siento más, mucho más que este dolor calentito que me recorre las venas y las arterias. Yo siento más que la sístole y la diástole, más que la respiración ahogada, más que los golpes de tos. Yo siento más placer que el del sabor, o el del olor, o el del sexo. Y soy tanto, y a la vez tan poco... Porque las cosas que llevo dentro, ésas, precisamente ésas, nadie se ha preocupado por contármelas. Y nadie ha estudiado con un microscopio por qué la sangre que me llena no es sólo sangre, ni por qué la piel que me cubre no es sólo una capa de tejido. 
Me palpo los huesos de las piernas, la clavícula, las costillas. Me voy tocando poco a poco, paso a paso, despacito, y no me acaricio pero sí aprieto mi cuerpo cada vez más. Esta vez no duele, porque sólo es una misión de exploración, sólo soy otro cuerpo más que se interesa por la anatomía y hace un recorrido científico por su cascarón. Me toco los pies, las manos, la cara, el cráneo, la nuca, la coronilla, me toco la espalda, los talones, los tobillos, la rodilla, me toco el vientre, y los pechos, y el cuello, y la barbilla... Me toco toda, repaso mi esqueleto y mi piel, toda mi piel. 
Joder, no encuentro nada, nada, nada... Sigo sintiendo, y sigo siendo así, un porro mal liado, y sigo llevando la esperanza cosida al cráneo, y los sueños encajados en la mandíbula, y sigo cargando con estas chispas inútiles en las yemas de los dedos. Quizá se hallen en mi huella dactilar, pienso, y quizás por eso sea única, quizás por eso sea sólo mía... Pero entonces con la punta de un dedo toco la yema del otro, y no siento chispazos, ni corriente, no la siento allí en la piel, pero sí la siento dentro.
 ¿Qué quiero ser? ¿Mi cuerpo, mi alma o la chispa? ¿Por qué seremos todos tan iguales, y a la vez tan distintos?... Somos lo mismo, el mismo cuerpo, los mismos fluidos, la misma fragilidad. ¿Por qué debería quererme más, y por qué no iba a hacerlo? Nunca hallaré la diferencia, jamás conoceré lo que llevo en las entrañas, aunque me lo ilustren en libritos con dibujos de cuerpos abiertos, macabros y a la vez didácticos. Nadie se esforzará jamás en estudiarme. Pero yo, yo, sólo yo puedo disfrutar del calorcito de mi dolor y mi placer, y también de lo que guardo en las córneas. Es un secreto, y lo sé.

martes, 10 de junio de 2014

ojos



–Oye, ¿sabes?... -dijo ella-, me gustaría tener una visión global, no sé, como un superpoder. Un prisma clavado en la córnea, que se abra y se expanda y lance mis pupilas hacia todos lados. Como un embudo, algo así, que mi ojo se abra un poco más a cada centímetro y tenga en el extremo un tamaño totalmente distinto al de la mierda de agujero por el que estoy condenada a mirar. Y que sea redondo, que me dé la vuelta a la cabeza, y al cuerpo, y a los brazos, y que me deje verlo todo, todo. Que no me corte la mirada. Quiero poder ver más allá de mí y de mi percepción, que mi vista no sea jamás limitada, que nadie pueda acusarme de tener una simple y rácana mirada de sujeto. No saberlo todo, pero sí tener los medios para hacerlo; no me importa no ser capaz de comprender lo que hay a mi alrededor, qué son esas figuritas que traspasan el velo de mis ojos y navegan a través de mis nervios oculares. No me importa. Pero quiero tener la opción, ser capaz de mirar, de traspasar las fronteras, y si algún día, por casualidad, me da por meditar, podré entender tanto, tantísimo como abarquen mis ojos-embudo. Y si no quiero, si no me apetece hacer gimnasia mental, darle cuerda al coco, entonces simplemente puedo buscar la amplia belleza en el sentido más primario.
 
Lo dijo, juro que lo dijo, convencida y todo. Lo dijo. Y justo después me miró y sonrió, y repitió algo sobre la belleza. Y yo pensé, joder, esta tía no comprende que lo dulce de la belleza y de la vida está en no abarcarlo todo, en no tenerlo todo. No entendía que el sujeto siempre parcializa, y que si tienes opción de verlo todo, entonces estás jodidamente ciego...

viernes, 6 de junio de 2014

06 06


Y joder, joder, joder... Hoy me levanté de la cama, y puse los pies en el suelo, y desdoblé las muñecas, y ya no era la misma. 
 Voy aprendiendo, tal vez.
O creciendo.
Y quizás me equivoque, quizás me equivoque siempre, porque puede que me haya torcido en algún punto del camino, así, un poquito, y puede que esa ínfima desviación me lleve a chocarme alguna vez con las líneas que tendrían que ser paralelas a mi cuerpo. Quizás me equivoque, pero no importa.

Qué coño