¿Qué significará el tiempo sin relojes?

sábado, 14 de junio de 2014

cuepo, alma y chispa



Hundo las yemas de los dedos en mi muslo, me clavo las uñas y me palpo el dolor con la mismísima mano que lo provoca. El dolor es caliente, y me cubre la piel como una crema espesa, dura, turbia. El dolor es caliente porque rompe las células. Y mis células gritan, gritan como locas, porque están desnudas y yo les parto el eje, y sigo cavando con los dedos un agujero infinito por el que caer, como Alicia... Me duele, y entonces soy carne, soy músculo, soy huesos, soy el cuerpo que grita bajito porque siente. Hundo las yemas de los dedos en mi muslo y me palpo la dureza de los huesos. Entones sé que soy esqueleto, y soy lengua y uñas y piel, y el fondo de mis ojos, y cartílago y un corazón que late a destiempo. Sigo apretando, palpando, rebuscando, y entonces también soy tripas.
¿Qué quiero ser?, pienso, repienso, requetepienso. ¿Qué quiero ser?... Ahora, justo ahora soy este cuerpo, este trozo de carne que camina y corre y vive, que siente dolor y placer y la hinchazón de la respiración. Soy todo esto, un cuerpo humano, y comprendo dentro de mi ser todo lo que la anatomía puede querer de mí. Soy un cuerpo completo, y tengo muchas partes. Y cientos, miles de personas han dedicado su vida a desentrañar cómo funciono, qué es lo que llevo dentro, por qué navega la sangre y a santo de qué tienen que hinchárseme los pulmones para poder vivir. Miles de personas sentadas delante de una mesa, espiando mi naturaleza, que también es la tuya, y la de la vecina. Todos somos iguales, y tantos se han consagrado a saber cómo somos todos, qué coño tenemos por dentro.
Así que soy este esqueleto. Un esqueleto humano, quizás aburrido, porque no tenemos alas ni cola. Pero es lo que soy, lo que tengo. Y es lo que adivino cuando me clavo las uñas en la piel. Y sin embargo, aunque soy todo esto, ¿qué quiero ser?...
Me pregunto qué quiero ser porque sé que dentro de mí también llevo corrientes de viento, y de ceniza, y de chispas. Yo siento más, mucho más que este dolor calentito que me recorre las venas y las arterias. Yo siento más que la sístole y la diástole, más que la respiración ahogada, más que los golpes de tos. Yo siento más placer que el del sabor, o el del olor, o el del sexo. Y soy tanto, y a la vez tan poco... Porque las cosas que llevo dentro, ésas, precisamente ésas, nadie se ha preocupado por contármelas. Y nadie ha estudiado con un microscopio por qué la sangre que me llena no es sólo sangre, ni por qué la piel que me cubre no es sólo una capa de tejido. 
Me palpo los huesos de las piernas, la clavícula, las costillas. Me voy tocando poco a poco, paso a paso, despacito, y no me acaricio pero sí aprieto mi cuerpo cada vez más. Esta vez no duele, porque sólo es una misión de exploración, sólo soy otro cuerpo más que se interesa por la anatomía y hace un recorrido científico por su cascarón. Me toco los pies, las manos, la cara, el cráneo, la nuca, la coronilla, me toco la espalda, los talones, los tobillos, la rodilla, me toco el vientre, y los pechos, y el cuello, y la barbilla... Me toco toda, repaso mi esqueleto y mi piel, toda mi piel. 
Joder, no encuentro nada, nada, nada... Sigo sintiendo, y sigo siendo así, un porro mal liado, y sigo llevando la esperanza cosida al cráneo, y los sueños encajados en la mandíbula, y sigo cargando con estas chispas inútiles en las yemas de los dedos. Quizá se hallen en mi huella dactilar, pienso, y quizás por eso sea única, quizás por eso sea sólo mía... Pero entonces con la punta de un dedo toco la yema del otro, y no siento chispazos, ni corriente, no la siento allí en la piel, pero sí la siento dentro.
 ¿Qué quiero ser? ¿Mi cuerpo, mi alma o la chispa? ¿Por qué seremos todos tan iguales, y a la vez tan distintos?... Somos lo mismo, el mismo cuerpo, los mismos fluidos, la misma fragilidad. ¿Por qué debería quererme más, y por qué no iba a hacerlo? Nunca hallaré la diferencia, jamás conoceré lo que llevo en las entrañas, aunque me lo ilustren en libritos con dibujos de cuerpos abiertos, macabros y a la vez didácticos. Nadie se esforzará jamás en estudiarme. Pero yo, yo, sólo yo puedo disfrutar del calorcito de mi dolor y mi placer, y también de lo que guardo en las córneas. Es un secreto, y lo sé.

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