¿Qué significará el tiempo sin relojes?

lunes, 24 de octubre de 2016

los escombros de

Llegarás a la zona olvidada que hay tras el pasaje azul de mi cabeza. Al panel hueco en el que una gitana anuncia que vomito: tengo frío, tengo llanto.  

Recuerdo una contracción y recuerdo mis ojos que cerraban el día en las costillas. La noche en las costillas.

Y en los pechos. No, yo no tenía pechos. En la zona olvidada soy siempre una niña risueña, lista y torpe. Que quería comer verduras. Y volver a nacer. En la zona olvidada soy siempre yo, aunque cierre los puños y sepa que no hay salida.

Que todo está roto para siempre.

Que aquí me duele para siempre.

Y no hay una sola pastilla que pueda decirme que va a parar.

Y no hay una sola persona que pueda besar la zona olvidada.

Nunca, niña, nunca. No hay espacio suficiente para otra boca (aunque sea un pozo profundo, aunque la punta de tu dolor pueda perforar la tierra y vaciar de un espasmo todos los mares. Aunque quepa una casa y quepa una ciudad. Aunque ninguna luz pueda alumbrar tanto espacio, aunque te pierdas y llores y tengas que atarte una cuerda. Un ovillo para visitar a tu pequeño minotauro. Aunque otras leyes lo rijan y todo sea posible, y todo sea posible. No, no hay espacio suficiente para otra boca).

Porque es la zona que más recuerdo.

Y es un punto en mi piel. Y es el lunar de mi boca. Y soy yo. No esta yo que te mira. Que te mira a ti, que llegarás a la zona olvidada. Que llegarás como un cohete a la zona olvidada y pisarás la acera y rasgarás el precinto. ¿Rasgarás, dime, rasgarás el precinto?

¿Vivo entre los escombros de la primera vez que metí un dedo en mi vagina?
 

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