¿Qué significará el tiempo sin relojes?

domingo, 8 de noviembre de 2015

cosas


Yo era tu única familia, y nos reuníamos en navidades clandestinas para comer los rayos de la luna y ver pasar los caramelos del tiempo. Como jirones de nosotros sin nosotros. De fiesta dos cafés con leche (yo no había maquinado este miedo visceral a la láctea inconsistencia de los líquidos). De nochebuena un dónut como las flores del jardín vestido de gala y las señoras con abrigos de visón y tacones para hacer crochet con las estrellas. Nosotros colocados como mapas y hechos muerte. Dolidos por el negocio del oro y los bordes de las cosas. Yo era tu única familia un veinticuatro de diciembre solitario. Sin enganche de ojo ni salida más allá del triste canto de las cucarachas. Nada que no fuera café y un tupper lleno de comida en el maletero de tu coche, que vivía todavía. Sabías que la familia es para siempre solo por los crueles nudos de la sangre. Nudos que tú y yo no encontrábamos más que en una porción del estómago, de la médula espinal. Ahora los bordes de las cosas han traído a mí un camino lejos de tu risa risueña y tu octava pieza. Y adiós, me dices. Adiós por todas las cosas que bebimos en esa navidad clandestina, a mediodía y sin manteles de algodón (tan solo el villancico de tu lengua). Yo me había escapado para estudiar los astros y tú venías a hacer un recado. La única excusa para juntar las tazas los dos solos cuando yo era tu única familia.

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