¿Qué significará el tiempo sin relojes?

sábado, 20 de agosto de 2011

-1- Y sin querer, murió un mosquito.

El día era precioso.
Claro, el clima, porque, el día en su verdadero significado (el espacio de tiempo y las cosas que suceden desde las 0:00 hasta las 23:59), estaba siendo uno de los peores.
Mi madre daba berridos en el salón, mientras mi padre, como de costumbre, abría el armario tirando todo, para llenar una maleta, amenazando así con irse de esta desastrosa casa.
Sin fuerzas saqué yo mi mochila y la llené con unas chocolatinas y La Sombra del Viento. Total, nadie notaría mi ausencia.
Así que, cogí mi mochila y a Nao (mi gato y uno de mis mejores amigos) y salí por la ventana, cuidadosamente bajé por mi árbol (sí, mi árbol) hasta llegar al suelo, no sin un par de golpes.
Andé lo más rápido que pude, teniendo que pararme por dejar a Nao atrás, hasta llegar a mi pequeño escondite, lugar al que acudía básicamente cuando mis padres discutían. O simplemente, cuando necesitaba estar sola. Era como si en este pequeño parque sólo existiera yo y el dolor se desvaneciera.
Además, era precioso. Un columpio individual y un pequeño tobogán rojo eran lo único que había en él, aparte de los montones de hojas secas y los árboles. Y, lo mejor de todo: Nunca venía nadie.
Me deslizaba entre las hojas, sin dejar de mirar el suelo, cuando oí un crujido.
-¿Nao?
Vale, Nao no estaba.
-¡Nao! ¿Dónde diablos te has metido?
Busqué con la mirada por todas partes hasta dar con el columpio. Ahí había un chico sentado, acariciando a mi gato.
-¿Es tuyo? -su voz era grave pero no demasiado, con un leve acento que no pude calificar... Me acerqué, asintiendo, y pude ver que tenía los ojos negros y perilla. Su cabello era del mismo color negro que sus ojos, y lo llevaba ligeramente desaliñado... Era bastante guapo.
-Es mío. -cogí a Nao en brazos y le acaricié la cabeza-. Y ese sitio también.
Él sonrió de forma burlona.
-No veo tu nombre escrito en el columpio.
Mi turno: le dediqué una sonrisa sarcástica e hice un gesto indicándole que se pusiera en pie. Y ahí, en el columpio, estaba mi nombre escrito con tippex: Isabella.
-¿Lo ves ya?
-Tienes un nombre muy bonito. Me llamo Rob y, has ganado, el columpio es tuyo. -y él seguía con esa estúpida sonrisa en la cara.
-Siempre gano. Gracias, supongo, Rob.
Me balanceé ignorándole, esperando que se fuera, pero no lo hizo. Se quedó ahí, mirando al vacío... No se oía nada. Y ese silencio que algunos habrían calificado de incómodo, entre dos extraños, para mí fue lo más agradable de ese asqueroso día.
-¿Te gustan las chocolatinas? -le sonreí al terminar de hablar, él me imitó, aunque me preguntaba si él alguna vez no sonreía.
-Claro.
Y compartimos mis chocolatinas. Nao pareció encariñarse con Rob, y a mí me parecía una compañía agradable. Tal vez sería el parque, mi columpio, su perilla o que había puesto To The Sky, pero tal vez, sólo tal vez, este espacio de 24h no sería tan malo como había previsto.


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