¿Qué significará el tiempo sin relojes?

martes, 30 de agosto de 2011

/Vidas a medias/


Él no volvió.
Se lo había prometido y, ¿qué podría haber hecho ella? Se limitó a esperarle.
Y no volvió.
¿Habría cambiado algo a mejor si él se hubiera dignado a aparecer?
No.
Le habría dado la mala noticia: Había jugado con ella, le había hecho creer que la quería y no era así.
¿Tal vez habría sido mejor eso, tener el corazón roto a esperarle toda la vida?
No.
No, porque le quedaba la esperanza, la maldita esperanza. Lo que le hacía levantarse cada mañana y contar las baldosas del techo mientras se hacía el maldito café. Lo que la obligaba a ir a la oficina y fingir felicidad, y a, desesperadamente, mirar el e-mail, el buzón, todo. Lo que la obligaba a vivir una vida a medias. Pero al menos, era una vida.
¿Y qué habría hecho sin esa esperanza?
Desvanecerse. Morir. No ser nada.
Vivir a medias es mejor que morir habiendo vivido la mitad.
He dicho.

Y, aclaro: Si ella hubiera sido una de esas personas débiles, habría hecho lo correcto y habría cogido otro camino. Aquí, el fuerte simplemente sobrevive y el débil vive feliz. Simplemente...

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