¿Qué significará el tiempo sin relojes?

miércoles, 1 de junio de 2016

gran depredador

Trabajo para ti. Crees que trabajo para ti. Firmas mis brazos para ti. Me pinto la raya de los ojos, la curva de la boca, delante del espejo de mi baño. Me visto de criada y señora y camarera y profesora y prostituta y recta mujer en paro. Para ti. Mi trabajo no consiste en nada. Mi trabajo no me da nada. Odio mi trabajo. Y me emborrono la pintura. Y me retuerzo las uñas. Me cuelo en los bajos de la cama y no te espero. Tú sabes que yo no te espero. Tengo 25, 30, nada. Apareces. Gran depredador, apareces. Oigo tus pasos repetirse sobre el suelo, repetirse y vibrar en mis nalgas. Tac. Tac. Taquicardia. Crees que trabajo para ti. De 8 a 2 me salto todas las funciones de mi puesto, hago pellas y como Nocilla a cucharadas. Te espero cada día, con quince minutos de ventaja, caída sobre el sofá. Pintada. Peinada. Bien hecha. Crees que trabajo para ti. No tengo salario (no hay nada que me hinche las cuentas o el vientre a mediodía), pero tampoco me duele. Tac. Tac. Hoy no me he peinado.

Veo cómo me miras y cómo se te abren los ojos y las manos. Veo cómo descubres que no soy lo que soy para ti y que me he tragado todas las pelusas. Despojo. Amarilla. Gran depredador, yo soy un leopardo. ¿Quién se come a los leopardos? Pero apareces. Me miras. Encoges los dedos en una mueca que casi tiene ojos. Odio mi trabajo. Soy de gelatina. Me levanto, me abro, me descubro. Tengo la cara pintada, tengo los dientes podridos, tengo los labios cortados. Gran depredador, alzas las manos (te veo teclear notas de prensa, hace media hora, en un despacho blanco, paloma de la paz blanca). Tac.

Odio mi trabajo. Criada, señora, camarera, prostituta, mujer en paro. Pienso en ser de verdad un leopardo. Y firmar mi fuerza de leopardo. Y retirarme. Y pintarte los labios de rojo, los párpados de negro, arrancarte la barba. Podría doblegarte o hacerte llevar mi cara. Podría ser un gran depredador. Salgo a la calle (niña haciendo pellas, corriendo fuera del cole). Te veo una. Dos. Tres veces. Cinco. Cien. Estás vestido de tendero y me viras la cara. Repartes el correo y me dices que me aparte. Construyes un muro y me gritas tía buena. Gran depredador, empezaré a arrancarme las uñas con los dedos (si dejas de quererme, me moriría de miedo).
 

 

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