¿Qué significará el tiempo sin relojes?

sábado, 13 de agosto de 2016

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Quiero inventar para ti un ser nuevo. Que piense como yo y que te mire como yo (y que me tenga dentro, sintiendo desde el tacto con la piel y el olor con la nariz y las palpitaciones, mis palpitaciones, sus palpitaciones secas). Pero un ser nuevo, construido a partir de todas las cosas que amo: copio, pego, recorto, me hago con lo que sobra de mis labios. Con mis esquinas, mis esquinas concurridas y torcidas, mis ojos como el beso de una flor fluorescente. Dos voces: una para el mundo y otra para el amor (salir del mundo y entrar en mi casa). Quiero inventar para ti un ser sin fisuras. Sin dolor, sin dolor y sin ojos que se balancean hasta el techo y observan el techo y beben agua de la lengua del techo. Yo y no yo. Yo, yo revolviéndome dentro de mi cuerpo, yo empujando para salir y saliendo. De espaldas saliendo. Quiero ser un árbol en el centro de mi pecho. Sorprenderte si de pronto mi ser nuevo se agrieta, si se me tiñe la piel de rayos o si me confundes con pájaros en la antena parabólica. Guardar de nuevo ese dolor y que mires, que contemples mi nuevo cuerpo (el mismo cuerpo, pero derecho) sin el grito, el llanto, el agujero apuntalado al cuello de mis piernas.

Me gustas con dolores, llorando en la cama, retorcida. Me gusta la esquina de tu espejo. Me gustas completa y figurada y esparcida. Eres, eres, eres.

Silencio. Soy un árbol, soy un árbol diagonal. 

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