¿Qué significará el tiempo sin relojes?

miércoles, 11 de enero de 2012

No hay más que verte.

-¿No crees que estaría bien quedarse siempre así? -sonreí mientras miraba el cielo estrellado y cerraba los puños para coger un poco de arena.
-La verdad es que no. -me senté, pensando que la había cagado. Le miré y él también lo hizo, con una mezcla de simpatía y maldad en los ojos y en la sonrisa incipiente.
-Ah...
-¿Sabes por qué? -porque te sientes incómodo, no me tortures con eso, pensé. Tierra, trágame. Negué con la cabeza.- Si nos quedáramos siempre así no podríamos vivir lo siguiente que nos toque -sonrió, dejando a la vista sus blancos dientes-. Nunca iríamos a París como dijimos antes ni volaríamos en globo.
-Entonces, avancemos, porque lo del globo es lo mejor que he podido oír nunca.
-¿Qué hay del "y lo sabes"?
Mis brazos se abrieron instintivamente y me abrazó. Poco a poco, en esa incómoda y a la vez cómoda postura nos volvimos a tumbar de nuevo en la arena para seguir contemplando el cielo estrellado y seguir haciendo planes que los dos sabíamos bien que no realizaríamos ni la mitad. Y yo a escondidas, en un rincón remoto de mi mente, seguí deseando quedarme así para siempre, exactamente en el mismo lugar en el que llevaba varias horas que se habían vestido de segundos, omitiendo su explicación. Omitiéndolo todo excepto el hecho de que ahí estaba él y ahí estaba yo, convertidos en una sola figura en aquel rincón solitario de la playa. En un momento le miré y sentí que podía ver a través de él. Aquélla fue la mejor sensación de todas.

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