¿Qué significará el tiempo sin relojes?

miércoles, 22 de agosto de 2012




No sirve de nada.
Siempre, tarde o temprano, ocurre. Lo ves y no lo evitas.


Ése es tu problema... Te paras a observar y a desmenuzar la situación, le das mil vueltas y la miras desde todas las perspectivas posibles. Te metes en la piel de los otros y analizas lo que se siente en la tuya, buscas mil soluciones viables o mil formas de hacer desaparecer el problema por arte de magia -la magia no existe-. Te frustras, te guardas las explicaciones en el bolsillo y lo dejas pasar. No actúas. Simplemente planeas -y ojalá lo hicieras en el otro sentido, para planear por encima de los molinos y aterrizar con suavidad en el césped- y le das vueltas. Pero, maldita sea, tus problemas no son peonzas. 
Con la misma pregunta siempre en la cabeza -¿por qué?- recorres los lugares que significan algo para ti como un fantasma. Andas despacio, a veces no tanto y te metes las manos en los bolsillos evitando que algo se te escape. Ni siquiera eres lo suficientemente valiente para llorar, gritar, patalear o arañar. Eso requiere valentía. Es aceptar.
No te escondas más... porque algo que es parte de ti estará contigo en cualquier sitio.

(Y yo debería dejar de escribirme cartas a mí misma y darle una patada a la verdad para ver si así se vuelve una de esas mentiras edulcoradas que, falsamente, te endulzan con entusiasmo)

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