El mundo se movía y nosotros nos quedábamos parados, muy quietos, respirando el momento y deseando que nunca se marchara. La vida avanzaba y nosotros no. Después hacíamos un pequeño esfuerzo y corríamos para alcanzarla. Pero nunca íbamos a su ritmo. Y tampoco nos esperaba. Podríamos haber perdido el camino si hubiéramos demasiado tiempo pendientes de nuestra respiración y de los colores del crepúsculo. Porque ella avanzaba, sutil y rápida, mientras nosotros simplemente creábamos recuerdos.
(que después cortarían como el filo de una navaja y además
nos dejarían profundas cicatrices
de esas que no se sienten, pero te recuerdan los golpes)
No hay comentarios:
Publicar un comentario