Aquel "Gracias por existir" se me quedó clavado en las yemas de los dedos y mis ojos, en el fondo, dejaron de concentrar luz más allá de la oscuridad de las pupilas. Así, se nos terminó el tiempo y dejamos de ser uno, eternos, inmutables, sólo tú y yo bajo nada. Nuestras manos fueron sólo manos, nuestras vidas sólo vidas y nosotros fuimos sólo tú y yo. Nunca juntos. Separados por aquella fina e inquebrantable línea que me rompía en zigzag.
Las mejores historias son las que hablan de lo que no cuentan, ésas que tienen otras letras impresas en los márgenes y entre los huecos de los renglones. Las mejores historias son las que dejan rendijas, grietas pequeñas por las que descubrir qué es lo que se mueve dentro de todo.
¿Qué significará el tiempo sin relojes?
lunes, 18 de marzo de 2013
De nada.
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