Cae una gota. Se desprende del grifo. Es un parto rápido, sencillo, antinatural. Es imposible comparar la porosidad de este fin de una tubería mohosa con una cascada de aguas en eterna combustión. Cae sobre el vaso, rebota y se funde con el agua. Y pasa a ser agua, también. Cae otra gota. Y otra. Y más. Y ya la gota primaria no significa nada, porque he visto tantas que, cerrando los ojos, también puedo ver el proceso. Y a cada gota el vaso se llena un poco, y al final rebasa, y al final todo termina por explotar porque vivimos en un recipiente que no tiene más escape que el superior. Y al escape superior, déjame decírtelo, sólo se llega llenando, llegando al tope, reventando...
Las mejores historias son las que hablan de lo que no cuentan, ésas que tienen otras letras impresas en los márgenes y entre los huecos de los renglones. Las mejores historias son las que dejan rendijas, grietas pequeñas por las que descubrir qué es lo que se mueve dentro de todo.
¿Qué significará el tiempo sin relojes?
jueves, 14 de noviembre de 2013
de agua.
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