¿Qué significará el tiempo sin relojes?

jueves, 25 de febrero de 2016

carta a jc

De nuevo te escribo, de nuevo me arranco las tripas y las esparzo sobre este papel quemado. ¿Las ves, ves cómo se tuercen y lo llenan todo de sangre? Porque yo soy sangre. Hay días en que no lo noto. Otros, sin embargo, sangro. Por la boca. Por los ojos. Por la vagina. Estoy llena de cosas, y a veces las cosas se salen de mí porque ya no quieren estar conmigo o porque quieren que me vea, ¿comprendes?, que vea que no soy solo esta piel que me cubre cruelmente y me aleja de. Tengo ganas de cortarme el pelo al cero y raparme las cejas y arrancarme las pestañas. La piel a jirones, Julio, como quitar un pellejo de los labios y acabar llevándote a cambio un trozo enorme, inmenso. Una vez, cuando iba al colegio, mi vecino me contó que se había quitado un trozo de piel del dedo y había acabado arrastrándola toda y había tirado una copia (transparente) de su cuerpo a la basura. Me pareció una historia fascinante, me la creí y quise rebuscar en el contenedor para ver si era cierto. No me hizo falta: esas cosas, amigo mío, son ciertas de algún modo. Como es cierto el humo de los cigarrillos de Rayuela, como es cierto el cuerpo anudado de la Maga y la locura de Horacio, la locura, la insana y brillante locura de Oliveira después de enderezar todos*los*clavos.

Y la locura, Julio. ¿Yo estoy loca? Es decir, ¿yo tengo dentro lo que tenía Horacio, lo que le condujo a un hospital y la ventana y encontrar a la Maga en todas las esquinas? Algo que se lleva dentro. Todo lo que somos es consecuencia de lo que somos, a su vez, en el centro, en el fondo de todos los fondos. No es ningún pozo. Es el estómago. Dime: ¿me va a tocar pintar enanitos como Nicole, desenterrar los colores ancentrales de los enanitos y acabar con un diccionario ilustrado, o voy a desear que Marrast me arranque la piel sobre la mesa? ¿Voy a amar a Hélène, no es cierto que ya he amado a Hélène, que todos tenemos una Hélène y no tanto una Maga porque yo soy, en realidad, la Maga? Bisbis bisbis. ¿Celia? No soy tan tonta. ¿Horacio? ¿Puedo volverme loca? ¿No es cierto que ya me he caído, que tenía un límite y lo he pasado y me he visto mejor fuera, mejor en el fondo de la zanja? Porque en el fondo, querido, había un camino. Y por ese camino se llegaba al mundo. Mi madre me lo dijo una vez: y qué pasa si rompes tus propios límites. Y qué pasa, mi niña, si tú vas cambiando con la vida. Y qué pasa, mi niña, si la piedra es de piedra y tú eres de carne.

Algún día veré cómo se acaban las cosas. Desde el borde de algo. Y saltaré. Sin tablas entre ventanas (inestables, falsos puentes), sin colchones. Saltaré y me caeré en lo que haya, un vuelo arriesgado, un vuelco a las cosas. No sé lo que pasará, y además soy consciente de que no lo voy a encontrar en las páginas de ningún libro. Aunque los libros sean mi vida, aunque sean mi casa y mi estrella. Todos*los*clavos. ¿Cuál es la utilidad de enderezarlos, eh? ¿Qué pasa, eh? Quiero vivir, ¿sabes? Verlo todo, sentirlo todo, serlo todo. Encontrar la grandeza y la pequeñez de todas las cosas. Hay días en que no tengo fuerzas (cuando no se me ve la sangre, o cuando se me ve, no estoy del todo segura), pero a veces, a veces me ahogo por dentro porque tengo demasiadas cosas. Me podría ahogar, podría naufragar en un vaso de agua. Pero lo bueno, Julito, es que también podría nadarlo.

Decido. Decido. Decido.

¿Enderezo los clavos o los tuerzo? ¿Sangro o me recojo?

Las tripas, Julio, están aquí, sobre este papel ausente. El estómago es la vida. Los ovarios son la vida. El útero es la vida y yo soy la vida. La vida es la Maga que se contempla en el espejo y se recoge los pechos con las manos. Su cuerpo desnudo, querido Horacio, querido Julio, eso es la vida, y mi vecino arrancándose toda la piel del cuerpo. Vivo en los libros y los libros existen, y la Maga existe, y existe Hélène, mi Hélène querida que ha sido otra Hélène y que existirá siempre (porque su sombra es más densa que las demás, y más fría). Qué cruel esta piel que me cubre y no me deja enseñar lo que tengo. Qué ganas de morderla. ¿Para eso sirve la desnudez? ¿Para estar más cerca, más cerca, siempre con una barrera finísima pero más*cerca*que*nunca?

Necesito leer. Necesito encerrarme en las palabras. Necesito existir. Necesito sangrar. Necesito escribirte.
 

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