¿Qué significará el tiempo sin relojes?

sábado, 11 de diciembre de 2010

Podéis elegir: O vivir perdiéndote ocasionalmente en el pasado o terminar por no recordar quién eres, terminar anclado en planificaciones.

-Recuerdo un día en especial. Ella llevaba una camiseta color mostaza y unos vaqueros gastados. Se había recogido el pelo con un lápiz... esas cosas de mujeres, ya sabes. La miré y me miró y pensé que mis ojos eran los más afortunados en ese preciso instante; esa era la visión más bonita que podría estar viendo. Dijo algo sobre Neruda que no escuché y sonreí por inercia. Idiota de mí. Émi me preguntó, entonces, si creía en el destino. En medio de una biblioteca, recogiendo los bolígrafos y guardando los apuntes, esa no es la pregunta más adecuada. Pero Émi era así: impredecible. Le dije que creía en algo parecido... -algo parecido, algo completamente ridíclo; una especie de energía que dicta las desiciones importantes, como cambiar de país o con quién te casarás-. Ella me contó que el destino la había separado de sus padres con ocho años debido a una enfermedad que terminó con la vida de su madre, y después al suicidio de su padre. Por eso ella no quería creer en el destino. ''Puede traerte cosas buenas, Émi. Repasa los momentos que te han parecido agradables, de tu vida. Cosa del destino.''. Al final, por cosas de éste, me vine a España sin haberle confesado a Émi lo que realmente me hacía sentir, ¿entiendes? Dejé muchas cosas en París, pero eso es otro asunto. Ése fue el peor error de mi vida, porque realmente yo sabía que ella no sentía nada por mí en ese sentido, pero no importa. Ella tenía que haberlo sabido.
-¿Sigues pensando en Émi?
-Buenas noches, Damián.


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