Aquellas palabras se convirtieron en espíritu y, aunque
nacieron de la nada, vivieron siempre en la inconsciencia de personajes ajenos
a la causa de su vida. Aquellas palabras no quisieron ser tema de conversación,
solamente parte de la misma. Pero yo no tengo miedo ni paciencia y la noche es
demasiado corta para detenerse a pensar. Y ocurrió: las palabras se volvieron
líquidas y fluyeron por sus propias cañerías.
La frase más breve el mundo llevó consigo la peor
decepción de todas.
1 comentario:
Escribe, guarra
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