¿Qué significará el tiempo sin relojes?

sábado, 26 de junio de 2010

Sus ojos soñadores y negros. (M&H 2)

Helena dio un portazo al salir por la puerta, llevándose mi vida con ella. No pude evitar llorar. Había intentado hacerme el duro, lo había intentado con todas mis fuerzas. Pero, por la forma en la que ella vaciló antes de echarse a andar, creo que había oído mis intranquilos sollozos. Helena. Hel. Recuerdo que nunca le gustó que la llamara así. Le recordaba a infierno, decía. ¿Infierno? Infierno el que viviré sin ella. Ya no solíamos hablar, no solíamos estar juntos. Pero lo más bonito del día seguía siendo llegar y ver su perfecto cabello rubio y sus pecas, sus ojos soñadores y negros, y sus labios y su nariz. Verla a ella. Ver su fallido intento por colocar ambientadores de vainilla por todas partes, y su cara de decepción al descubrir que ni de lejos olían a vainilla. La quería muchísimo... aunque no se lo demostrara. Seguía teniendo esa foto suya en la mesa de la oficina. Esa foto en la que salía sentada en medio de un campo de flores, sonriendo, dejando ver el pequeño espacio que había entre sus dientes.
-¿Qué coño hago aquí parado?
Abrí la puerta y salí corriendo. Hacía frío, pero no me importaba el hecho de no haber cogido el abrigo. Quería recuperar a Helena. No podía dejarla ir. Y ella tampoco quería irse. O al menos, no lo querría cuando pensara un poco en todo. Esto es un bache. Sí, uno de esos baches.
Corría como nunca antes. Me estaba empezando a asficciar. Soy asmático. Pero también me daba igual eso.
De pronto, vi una figura a lo lejos. Mi corazón empezó a latir más fuerte (creía que no era posible). Era Helena, estaba seguro. Comencé a correr MÁS RÁPIDO. Sentía que no podía más, pero lo hice. Ella caminaba despacio, eso me ayudó a alcanzarla antes. Cuando estuve cerca de ella, estiré el brazo y la cogí por el hombro.
-¡Helena! ¡Hel, no me dejes! Te prometo que compraremos la casa con las cristaleras más bonitas que puedas imaginarte. Nos pasaremos la vida juntos, como querías. Contaremos las estrellas cada noche. Sí, las contaremos desde el bosque. Te juro que nunca más te descuidaré, cariño. Nos querremos tanto como antes. O más. Los sábados por la noche, iremos a dar paseos por la ciudad. Sé que te gustan las luces de neón, Helena. Si quieres, ahora mismo iremos a dar un paseo. Es sábado. Helena, podemos tener esa vida que queríamos. De verdad que no he cambiado. Solamente me he descuidado, nos he descuidado. Te abrazaré como a ti te gusta cuando nos vayamos a dormir. Te volveré a regalar todos y cada uno de mis latidos. Haré cualquier cosa. No me dejes, no me dejes...
Me estuve guardando las lágrimas durante todo el tiempo que había pasado desde que la vi. Pero ahora, no pude contenerlo. Comencé a llorar.
Helena se me quedó mirando, pero era una mirada diferente. Era como si algo dentro de su ser hubiera cambiado. Bueno, no cambiado. Vuelto a ser como antes. Esa mirada era la misma que me dedicaba cuando nos tumbábamos en el jardín de la casa de mis padres, cuando éramos adolescentes.
Me abrazó, y noté la humedad de sus lágrimas en mi hombro.
-Oh, Matt. ¡Matt!
No pudo decir más. Pero yo sabía que no iba a irse. Me quería. Todo volvía a ser como antes. El bache se fue, para no volver.
Y nos quedamos así, abrazados, hasta que no pude calcular el tiempo, y la noche se hizo cerrada...

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