¿Qué significará el tiempo sin relojes?

sábado, 7 de agosto de 2010

Azul.

Carrie se había pasado todo el día mirando el cielo. Como si deseara, por un momento, volar hacia allí. Como si admirara el azul que presentaba el cielo, ese azul que incluso aplasta al azul lapislazuli de sus ojos.
Por un momento me miró y, fijándome mucho, pude ver como sonreía. Esa sonrisa me proporcionó una sensación cálida. Yo también sonreí ante ese extraño gesto. Llevaba varios días, tal vez semanas, intentando que Carrie me sonriera así.
Porque Carrie llevaba todo ese tiempo sin sonreírme. Sin sonreír a nadie. A nada.
Ella veía pasar la vida como un espectador ve una película en el cine. O al menos, así quería verla. No quería participar en la vida de los demás, no quería que nadie participara en la suya. Y si pudiera, Carrie dejaría de participar en su propia vida.
Recuerdo cuando ella me decía que me quería y me sonreía de aquella forma que haría palidecer incluso al sol.
Y si no hubiera recordado esa sonrisa, no habría deseado que esos ojos del color del lapislazuli volvieran a mirar directamente a los míos.
-¿Podemos enamorarnos otra vez...?- susurré, como pregunta retórica.
Carrie me miró. No sonrió, sino que me miró con toda la tristeza del mundo concentrada en su rostro.
-Andrew... -suspiró, como si esto le doliera, y volvió a concentrarse solamente en respirar y en mirar al cielo.

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