Me encanta esa mirada tuya de "podría destrozarte ahora mismo con dos palabras, pero te escucho y no lo hago porque me divierten tus ojillos de cordero degollado y porque, qué demonios, nunca he sido tan mala persona. Creo. A veces lo dudo, pero es simplemente porque a veces creo que no me conozco lo suficiente, y sé que si algún día me diera por abrir la caja de Pandora esas dos palabras se multiplicarían y, entonces, llorarías de pura impotencia. Y, ¿qué haría yo? Reírme y luego arrepentirme, preguntarme de dónde brotaron las palabras e intentar tapar el agujero con un corcho. Seguir y luego reaccionar, y volver a guardarme, doblarme poquito a poco y meterme de nuevo dentro de mí misma para, así, volver a ser una perfecta desconocida para mí. O no. A veces lo dudo, pero en la duda hay esperanza y aquí sigo yo, mirándote con los ojos entrecerrados y la vida concentrada en las yemas de mis dedos".
Pero, claro, de lejos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario