¿Qué significará el tiempo sin relojes?

viernes, 10 de mayo de 2013

de huracanes sin destino

Dejas tu huella en ellos, la prueba clave de tu existencia.

Arrugas sin querer sus apéndices y órganos; doblas las esquinas de sus páginas.

Dejas impresas con rimmel tus huellas dactilares mientras acoges en el devenir infinito de la vida un par de minutos en los que arremolinarte en el despreocupado gesto de dar la vuelta al papel y pasar página.

Subrayas los pasajes o frases o palabras que convirtieron tus ojos en platillos volantes y los vuelves únicos, irrepetibles, tuyos; te solapas con ellos.

Cuando alguien, despreocupado y decente, suyo y de nadie, lleva a las córneas de paseo por las hojas que rozaste con el alma y con los dedos y ve en ellas el reflejo de tu caricia, tu presencia, parte de tu vida, las manchas de maquillaje, las de chocolate, la portada que doblaste sin querer, el amor que desprendía tu lectura, consigue imaginarte agazapada sobre una historia que se abre de piernas.

Y si nace de su lectura alguna idea, alguna esperanza, algún rescoldo de ilusión, un buen sentimiento, y si se le clavan las palabras en el hipotálamo y las guarda bajo llave en los cajones, quedará siempre ahí la huella de su lectura fusionada con la cicatriz de cuando tú, digna, espléndida, completa, enérgica, abstraída, tuya, unilateral, esnifabas las letras para no perderlas jamás.

Y las horas de lectura serán compartidas, dejando en las páginas, las compañeras, la constancia de que ahí estuviste bailando con hipérboles, devorando metáforas, arañando comas, disfrutando historias, esquivando el tiempo sentada en la cama con el mundo sobre las piernas y la vida redoblada en la punta de los dedos.

Quedarás siempre materializada entre los rotos del papel, en la acogedora textura de las partes de una historia, y te irás tejiendo poquito a poco mientras la haces tuya, ya sea con lápiz, bolígrafo o ese pequeño cerco dibujado por la gota de agua que brotó de tus ojos y que nadie reconoce. Sólo el libro.

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