¿Qué significará el tiempo sin relojes?

lunes, 12 de noviembre de 2012

9449


Y ahí estaba otra vez la indecisión de 9, su peor enemiga. Apareció cuando anochecía. Un par de gatos viejos empezaron a maullar debajo de su ventana y ella, sentada en la cama, no hacía nada. Y de verdad que no. Parecía una muñeca a la que se le había gastado la pila; había estado todo el día activa, corriendo de aquí para allá (huyendo del frío. Las mantas no funcionaban por ahí) y, de repente, se había quedado quieta. La energía se le escapó por los oídos. 9 se clavó las uñas en el muslo cuando, de repente, la indecisión entro en ella y sus pensamientos se volvieron negros como la noche. La sintió, áspera y pesada. 
Claro, 9 estaba acostumbrada a saber qué hacer, a seguir sus propias normas. Cuando -cada cierto tiempo- aquello ocurría, se sentía como una mierda. No quería rendirse sin luchar, pero era difícil cuando su enemigo era, precisamente, una parte de sí misma.
No quería seguir llevando la sonrisa triste a rastras. Aquello era cosa del pasado y, sin duda, así debía quedarse. Pero, ¿cómo renunciar a la mentira más dulce del mundo?
9 andó hacia la ventana y la noche le congeló el ánimo. Hacía tanto frío que se preguntó cómo los gatos podían estar ahí de pie. Un hombre paseaba un carro de la compra lleno de cartones sucios que ennegrecían. Tenía un chándal fluorescente y, por su expresión, estaba terriblemente contento. Tal vez sólo se pueda ser feliz estando como una cabra, pensó 9. Cuando creyó que había resuelto el misterio de la felicidad, se encontró con un enorme '4' rojo pintado en la fachada del edificio de en frente. Se le desencajó el alma.

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