No hay salida. No hay luz al final del túnel. No hay señales. No hay ovillo, ni siquiera hay Minotauro. Sólo yo y mi laberinto, mis piernas temblorosas y el miedo a la soledad.
No hay compasión. No hay unidad. No hay futuro. Y lo entiendo simplemente porque no tengo ganas ni tiempo de cuestionarlo. Sólo yo y rosas secas que conservan sus espinas. Hace tiempo que dejó de haber estrellas y se me encogió la esperanza.
No hay orgullo. No hay calor. No hay camino. No hay nada. Sólo yo, que ya he dejado de correr y me limito a existir sin nada que me sostenga y se convierta en el centro de mi Luna.
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