¿Qué significará el tiempo sin relojes?

sábado, 22 de septiembre de 2012

22/9/11.



Abril nos prometió ser nuestro. Prometió regalarnos sus flores, su olor, sus colores y toda la felicidad que pudiera darnos solamente con existir. Nos prometió ser siempre un símbolo de algo tan bonito como él, para recordar aquello cada vez que el calendario se atreviera a repetirlo. Nos lo prometió dos veces, la primera después de meditarlo mucho y la segunda totalmente de repente. Y tú me prometiste regalarme todos los abriles de tu vida para unirlos a los míos y así vivir siempre en el cálido murmullo de la primavera. Viví aquellas sensaciones con intensidad simplemente porque eran tuyas (todo lo que yo podía ser, sentir o vivir en ese momento era plenamente tuyo). Y no hablo de mayo, julio o septiembre. Hablo de abril, tanto aquel que imaginamos como el siguiente que vivimos de puntillas y con las pupilas dilatadas. Hablo de felicidad, de noches muy cortas, de inocencia, de mi cara sonrojada y tu sonrisa más tierna. Si abril hubiera sido eterno... No me habría importado vivir siempre en aquella historia mitad verdad, mitad mentira, vivir en tus ojos cuando salpicaban alegría.
Pero abril no duró para siempre. Nada lo hace porque no podríamos disfrutarlo con plenitud. Llegaron los demás meses y nos pusieron caras largas hasta dar la vuelta a nuestra sonrisa. Llegaron y nos llenaron de la más negra oscuridad que pueda haber jamás y me hicieron llegar a decirte que te odiaba. Te hicieron negármelo todo. Me hicieron chillar. Te hicieron hundirte en un vaso vacío. Me hicieron llorar. Te hicieron intentar salvarme de mí misma. Me hicieron decirte que me dejaras ir. Y al final, te hicieron odiarme. Nos placaron con fuerza y caímos al abismo de las historias sin final feliz, nos hundimos en él.
Y creí que todo tendría un final digno aquel día en el que quise romper el hilo plateado. Tiré la rosa seca a la basura y me deshice de aquella carta que te había escrito. Intenté tirar a la basura todo lo que tenía dentro (todo era tuyo, ¿recuerdas?) y ahí cometí mi gran error: no fui capaz. Seguí con los sentimientos fluyendo por mi cuerpo y dejando secuelas. Pero no quería quererte, no quería seguir sonriendo cuando me decías que me querías. Llegué a odiar abril por no cumplir su promesa, por esfumarse y regalarme un 22 de septiembre de sabor amargo. ¿Qué le había hecho yo, que lo viví con ganas y prometí recordarlo durante toda mi vida? ¿No es eso a lo que aspira un mes, a ser recordado, a contener felicidad? Pero todavía había esperanza. Eso era lo que yo creía, que seguíamos siendo el uno para el otro y que seguíamos teniendo permiso para querernos cuando llegó la verdadera tormenta (la que nos habría arrancado la cabeza si le hubiésemos dejado hacerlo): tres palabras. Tres palabras de mierda que se metieron dentro de ti y te obligaron a responderlas con cientos más. "Ojalá lo pareciera". Creo que nunca las voy a olvidar, que están grabadas en piedra dentro de mi cabeza y que siempre va a quedar ese arrepentimiento oscuro donde antes tenía guardados los colores de la primavera y el amor.
El calendario se ha atrevido a marcar de nuevo la fecha del principio del fin y yo... yo me quedo mirándolo como una tonta y pensando en lo que habría pasado si hubiera sabido quererte. Me gustaría volver y comprobarlo, pero ¿acaso no es esa la gracia de la vida?

LUZ/ -

1 comentario:

Caótica dijo...

Puedo preguntar quién me deja un corazoncito? (=