¿Qué significará el tiempo sin relojes?

jueves, 11 de octubre de 2012

012

Ahí le tengo otra vez: ojos color café, piel morena, el pelo que le cae sobre la frente haciendo pequeñas ondas, la cicatriz debajo del ojo derecho, el lunar encima del labio superior, los labios carnosos, sexys, la misma mirada triste que me eriza el vello de los brazos. Un completo desconocido que me mira y me llena de recuerdos que siempre me veo obligada a sacar de mi cabeza. Un desconocido. Me toca la mejilla con la punta de los dedos y parece que va a explotarme la cabeza. Imágenes sin sentido me nublan la vista: sus ojos castaños muy de cerca, barba de tres días, él corriendo hacia el mar mientras atardece, la luna llena, pompas de jabón que vuelan muy alto y se pierden en la inmensidad del cielo, mis manos intentando cogerle mientras corro. Me doy cuenta de que he cerrado los ojos y los abro. Me encuentro con su mirada, fría, neutral e inexplicable.
Las emociones se mezclan: sé que es el mismo pero no soy capaz de reconocerle. Está más delgado y es como si se le hubiera olvidado sonreír. Deja de tocarme y me trago los recuerdos. Bajan por mi garganta y la raspan.
Es triste, pero ya no le conozco. Antes sabía leer sus ojos y me sabía de memoria todos los mensajes que podían darme. Descifraba sus palabras sin esfuerzo y las guardaba dentro de mí. Ahora, deja de mirarme y la pérdida de contacto visual se siente en mi piel como un chorro de agua helada. Y no sé lo que significa. No sé por qué se está mordiendo el labio, no sé por qué tiene el labio inferior partido, no sé por qué suspira, no sé por qué no me mira otra vez. Yo no dejo de mirarle, pero le miro de forma diferente; expectante,  inquieta, nerviosa, plástica. Ahora mismo soy un trozo de plástico del malo, que está inmóvil y va a romperse, me estoy empezando a agrietar y la parte de mí que se dobla se va poniendo blanca y blanda. No me acuerdo de sus manos. No soy capaz de recordarlas, no sé si se le marcan las venas, si tiene lunares, pecas, cicatrices, si son suaves o ásperas. Me quedo blanca y él vuelve a mirarme. Esta vez su mirada es más vacía, menos enérgica. Tiene un tic en el ojo.
Y me doy cuenta. Me doy cuenta de que sí, él es un completo desconocido para mí ahora, el tiempo ha borrado esas cosas que tenía que me marcaron. Y sí, él es distinto y eso duele y ya no huele a hierba recién cortada sino a menta y a tabaco, pero yo también he cambiado. Siente lo mismo que yo. Somos dos extraños que comparten un trozo de su pasado. Nuestros caminos se cruzaron y ahora van en direcciones distintas, hacia delante, pero sin tocarse. 

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