¿Qué significará el tiempo sin relojes?

miércoles, 24 de octubre de 2012

Del efecto de congelación de mi corazón.


Estaba ahí, frente a mí. Me miraba con esos grandes ojos pardos y yo no sabía si salir corriendo o meterme dentro de ellos y nadar hasta ahogarme. Decidí sostenerle la mirada y comenzamos una especie de lucha absurda, o tal vez es que no queríamos parar. Sin palabras, estábamos hablando: yo le decía que no quería esto y él me contestaba que no quería más noches frías; yo le ofrecía una sesión de puertas abiertas en mi cabeza y él se negaba a entrar porque, como siempre decía, le gustaban los acertijos.
Y entonces un chasquido. Otro. Otro más. Y más. Al principio no lo entendí, pero era yo. Se me encogió algo dentro del pecho y cerré los ojos, tratando de no gritar. Empecé a sentir algo duro y pesado justo ahí, donde supuestamente nacen los sentimientos, y una corriente de frío áspero que me encogía el pecho y me subía por la garganta. 
Cuando abrí los ojos, ya no era capaz de leer en los suyos.




(Yo sí quiero noches frías)

No hay comentarios: