¿Qué significará el tiempo sin relojes?

martes, 2 de octubre de 2012

Corazones y corazas. Y nada más. Aunque busques, nada más.

-Antes de que llegaras -digo despacio-, no sabía a dónde ir. Solía quedarme mirando la calle desde mi azotea, veía como la gente caminaba rápido, a un ritmo frenético, y sentía que estaba a años luz de todos ellos. No les sentía míos, no sentía que la calle que ellos cruzaban era la misma que cruzaba yo cada mañana para coger el bus. No pertenecíamos al mismo mundo, porque la persona en la que me fijaba siempre iba con paso solemne y andaba en línea recta. A veces eran hombres, a veces mujeres, a veces jóvenes, viejos... La persona en cuestión no importaba, porque, en el fondo, para mí todos ellos eran iguales: eran ajenos a mí, como si yo no perteneciera a la raza humana, o tal vez yo sí y ellos no. Podría haberme odiado a mí misma por no ser como ellos. Podría haberles odiado por no ser como yo. Pero la verdad es que no lo hacía. Lo único que sentía era una nube negra en mi interior que crecía y me pellizcaba el alma, así, como pellizcan los niños pequeños: pellizcaba y retorcía. Podría haberlo llamado vacío. Pero el vacío implica no sentir y, qué quieres que te diga, yo sentía aquella diferencia todos los días de mi vida. Sentía que andaba como un pato, que la calle no pertenecía a mi mundo, que no podía conectar con ninguna de esas personas porque estábamos en un distinto plano. Y entonces, en invierno, llegaste tú.
Le miro y me mira. Nuestras miradas se funden y bailan juntas, se vuelven una realidad física y casi puedo sentirlas moviéndose a nuestro alrededor en una danza mecánica y, a la vez, cálida.
-Y te hice ver que no eras la única persona que estaba en ese plano -me dice, sonriendo. Sus ojos brillan bajo la luz de los fluorescentes y me veo reflejada en su oscuridad.
-No. Me demostraste que no hay planos diferentes, que todas las personas somos iguales y a la vez somos diferentes. Me hiciste darme cuenta de que yo también era una persona cualquiera para alguien como yo, que yo también soy una de esas hormiguitas que caminan a un ritmo frenético y que parecen llenas y felices. Pero no lo soy -sonrío-, porque nadie lo es. Las personas nos forjamos una coraza casi sin darnos cuenta. Aparentamos ser felices, nos reímos, abrazamos a los demás, sonreímos, pero eso no tiene por qué ser real. Porque somo todos unos putos mentirosos. Llevo toda mi vida mintiéndome a mí misma, tratando de convencerme de que era feliz y tenía todo lo que necesitaba para serlo; aparentaba ser feliz, me reía, abrazaba a los demás y sonreía. Pero nada de aquello era real y nadie lo sabía, ni siquiera yo, que me convertí en una mentirosa tan perfecta que me terminé creyendo mis propias mentiras. Pero, maldita sea, seguía viendo felices a los viandantes y ellos me seguían viendo feliz a mí. El único lugar donde no fingía, era en la azotea.
Me tomo un momento para observarle. Su cara es totalmente inexpresiva, por lo que sé que me está escuchando.
-Llegaste -retomo mis palabras- y vi todo lo que eras, porque eras la única persona en la faz de MI Tierra que no se ponía la coraza antes de salir. Cuando estabas triste, se leía en tus ojos; cuando estabas enfadado, en tus labios; cuando estabas contento, se leía en todo tu ser. Y me hiciste plantearme por qué yo siempre parecía ser feliz. Me hiciste darme cuenta de que, como ya te he dicho, todos somos iguales. Excepto tú, que eres la única persona que es quien debe ser.

(Hubo palabras que no le dije. Y es que, al final, son esas las que recordamos: las que se quedaron dentro de nosotros y no encontraron consuelo en el frío del ambiente. 
Creo que esas palabras también se merecen estar dentro de ese recuerdo y no en uno aparte, creo que es justo incluirlas  ya que dejarlas de lado sería cruel y no haría justicia a lo que era mi cabeza en aquel instante feroz:
-Excepto tú, que eres la única persona en la que puedo bucear aunque lo tenga todo a simple vista, que eres la única persona a la que jamás podría sacar de mi cabecita desordenada. Excepto tú, que me haces ser mejor persona.

Y una vez me dijeron que las personas que merecen la pena
son exactamente esas, las que te hacen ser mejor.
Y que el hecho de que una persona sea buena,
no significa que sea la adecuada. Mídete a ti mismo, no midas al otro.
Si eres mejor, si te sientes mejor, sabrás que la perfección existe)

2 comentarios:

I.R.H dijo...

AAAAAAAAAAAAAAARRRRRGGGGGG!ª!!!!!!
*_____________*

Veo el futuro, y te veo a tí con un Best Seller muñeca. <3


Grrr *oo*

Caótica dijo...

Tienes idea de lo feliz que me haces al decir eso? *_*