¿Qué significará el tiempo sin relojes?

domingo, 9 de diciembre de 2012

La ciudad.



Una niña llora en un banco del parque sin saber por qué; un hombre compra el periódico y se pregunta, sin querer, si será el último que compre; un perro ladra bajo el balcón de Evelyn, que se atusa el pelo con gracia mientras intenta cantar algo por lo bajo; una mujer muerde una tostada quemada, mirando con recelo a su gato; un chico corre por la 55, como si le persiguiera el gigante con las piernas más largas del mundo; Margarite Evans se mira los zapatos, sentada en el muro de la azotea, sintiendo como se le escapa el humo de su último cigarrillo;  una chica de ojos azules como el lapislázuli ríe a carcajadas y se cae de la butaca; un chico escribe una carta al amor de su vida; otro, trata de aniquilar el hilo que cree que une a las personas que tienen un vínculo especial; tres amigos planean una escapada a Francia; Antonio cuelga el teléfono, furioso; un niño pelea con su hermana por el último helado, aún con solamente diez grados de temperatura y una madre enfurecida; un gato salta de un muro y cae de pie; una pareja se besa por primera vez en el parque; trece personas bailan la misma canción, bajo el mismo techo y sienten de igual manera como el vello de los brazos se les pone de punta; Amelia se golpea el dedo meñique del pie con la pata de la mesa; un chico mira el techo desde su cama, divagando; una mujer mira la tele; una niña se ata los cordones de los zapatos; un chico se muerde los nudillos; una anciana da de comer a sus periquitos; a una chica se le escapa todo el aire del cuerpo en un suspiro; a otra, el corazón le late deprisa cuando recoge el correo y ve un sobre azul; un hombre se ata el nudo de la corbata que ha elegido su mujer; un niño muerde una galleta; una paloma vuela sobre la ciudad; alguien sale del mar y se encuentra con la playa vacía; un jarrón se rompe y un chico se quema los dedos con la taza de café. La ciudad gris trata de avanzar, pero el instante se vuelve eterno. El tiempo se congela y, sin haber terminado, vuelve a comenzar. Sus 224.215 habitantes no saldrán jamás de lo que son. Así, la ciudad y el tiempo se vuelven dos cárceles que coexisten en la realidad de personas convencionales. No volverá a nevar, tampoco llegará la primavera. Sin cambios, sin destino, el mar grisáceo que es la ciudad parece cobrar vida y tragarse los sueños, la esperanza. Se vuelve un monstruo y, dando sacudidas, anuncia que ha llegado el fin.
Fin; una palabra corta, sin rostro ni color. Un instante pequeño, un error.


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