¿Qué significará el tiempo sin relojes?

domingo, 31 de mayo de 2015

44321



Qué ganas tontas tengo hoy de acordarme de ti. Hacía mucho tiempo que no te pensaba. Mi vida ahora es otra cosa, ¿sabes? Estoy creciendo. Crezco bien, con cimientos fuertes, y todavía no se me ha ido la pinza. Lo sé, te estás riendo. Estarás pensando que el hecho de celebrar que no me he vuelto loca me delata un poco, ¿no? Puede ser. Pero sí, sigo con la manía de los bordes y esas cosas, el filo de una cuerda floja que en realidad, pues en realidad es solo filo. Ríete de mí, pero, contra todo pronóstico, sé disfrutar de las cosas chicas, y sé sentarme en la azotea y mirar el cielo y sonreír. Antes no, antes era otra cosa. O sí, tal vez sí, pero cuando tú estabas detrás de mí, o delante de mí, o en el fondo de mí, el cielo era como más opaco, como más loco. Loco en el sentido de las cosas revueltas que pierden el color. Como cuando mezclas muchos tonos de pintura y sale marrón. Y así estaba yo, también, si lo piensas. Pero ahora no es así. Aunque hoy me haya parado a pensar en ti, por las avellanas y eso. Mira, mi casa ha cambiado muchísimo, y ya no tengo ni la mitad de cojines para el sofá. Antes tenía un montón, ¿te acuerdas?, y nos revolvíamos encima y tú tenías el pelo castaño y brillante aunque estuviera lleno de gomina, y a pesar de mí. Todo era muy bonito. Pero ya estaba yo con mis cosas de bordes, de barrancos escarpados, de que el vértigo solo es un flojo deseo de caer, y tú no te aguantabas mis tonterías de niña que se cree sola, que se cree improbable, que se cree hueca. Tenía miedo de caerme dentro de mí. Esto se me ha revelado con el tiempo y no te lo reprocho, créeme, no te reprocho nada, pero tú no has estado para entenderlo. No has estado en los ratos de llanto apurado, casi con prisa, para salir después por obligación y encontrarme sentada en un banco solo para retrasar un poco la obligación de hablar con alguien como si no me temblara cada porción de hueso. No has estado en los silencios. ¿Qué habrás estado haciendo? A veces te imaginaba sentado en la barra de un bar, con un gin tonic, que antes no te gustaba pero supongo que ahora sí, riéndote de algo que dice el idiota de al lado. Tú eres muy así. Siempre con tu manía de la risa por compromiso. Pero no has estado cuando me he echado a reír por puro convencimiento, por querer huir un rato de lo que está fuera del instante de apretar bien los ojos y tirar del estómago hasta la misma punta de la boca. No sé, la verdad es que no entiendo por qué hoy me he acordado de ti (sí, por las avellanas y eso). Porque tú no crees en el subsuelo, y te refieres a que tenga la regla diciendo que estoy mala. Porque tú tienes la manía de las ventanas. Porque tú te fuiste y me dejaste aquí sola con mis vértigos y una lágrima guardada siempre en la comisura, siempre siempre siempre ahí trabada con algo, aquí me dejaste con mi nudo eterno de garganta podrida y las avellanas de mierda que me están mirando como diciendo no nos comas, no nos comas. No sé qué estarás haciendo, pero me dejaste sola. Sola como nadie. Pero me da igual, ¿sabes?, no me importa mucho. Porque al fin y al cabo solo necesito el café, y las avellanas, y las ganas de sentarme en la azotea y sonreírle al azul del cielo. Porque, aunque no podrías haberlo imaginado, aunque habrías apostado todo tu dinero a lo contrario, no se me ha ido la pinza. Y estoy creciendo. Y mi vida es otra. Y todos los cojines están en el armario, descomponiéndose y preguntándose entre lloros cuándo vamos a volver a hacer una cama en medio del pasillo. Pues ya les contesto: nunca. Adiós. 

No hay comentarios: