¿Qué significará el tiempo sin relojes?

viernes, 29 de mayo de 2015

bajadas

Yo no, Triste. No esperes de mí un asentimiento, la aprobación llorona de tu ser y tu alma o de nada, o de nada, Triste. Yo no voy a moder las nubes con la luna arrepentida por no dejarme derretir la leve respiración del sueño. No estrujaré ninguna esquina. No bailaré fuegos ni sombras y te puedo asegurar, te aseguro en lo profundo, que no seré una cosa eterna. Yo no. De mí no insinúes idas. Mi mirada no va a partirte poros, pieles, y jamás me voy a fundir contigo para ser una cosa sola, una sola playa con mil pedazos de arena que solo llenan medio vaso. Jamás, Triste, yo jamás. De mí no vas a aprender la costosa flor de la subida, del ascenso, de los pies machacados en la punta y rojos, rojos, rojos como tu boca de Triste triste y tus filos filosos que no, que yo nunca.
Pero sí, Triste, quizás me encuentres en la bajada, y quizás me esté despeñando y todo sea fácil, todo muy fácil si entiendes que yo no. Yo soy bajada. Yo soy una pendiente. Por mi superficie puedes gritar, puedes no tocarte el pelo porque está difuminado por una velocidad que corta escamas. Por mí vas a dolerte en puentes abiertos, pero las montañas rusas sacan todo el aire de dentro, y el aire es nuevo, se renueva, y yo nunca llevo encima la misma corriente. Y tienes que saberlo, Triste, porque no voy a sonreírte desde ninguna cima, no voy a decirte ven, ven conmigo, desde aquí se ve toda la ciudad. Yo caigo. Yo busco el aire de las cosas que despeinan. Soy bajada, y es más fácil, y a la vez parece imposible, y no me voy a colgar de tus codos. Pero Triste, nunca he visto una playa en subida. Jamás la arena ha peleado con la luna. Cuando bajas la montaña, lo haces con la sonrisa infinita del que consiguió escalar y halló, justo antes del descenso, el beso morado del tiempo.

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