¿Qué significará el tiempo sin relojes?

miércoles, 13 de mayo de 2015

libertad

El mar rompe a mis pies. Sobre las rodillas, un libro aletea y me dice lee, lee, lee. Miro el agua. Sé que debajo hay vida. Sé que entre las gotas locas, enredadas por las olas, hay un universo diferente. No es el mío, y sin embargo me siento ahora, con los ojos en el agua, mucho más hilada al hogar-pez que a la gente que me espera en el paseo para mirarme caminar, para mirarme respirar, para mirarme doblarme en molde eterno de reglas que entiendo, lo peor es que las entiendo. Me quito el reloj. Con la punta de un dedo agujero la arena y lo entierro. Que se quede ahí. Ahí para siempre.
Y me levanto porque quiero, me apetece y tengo un motor en el centro del estómago que yo enciendo y que me impulsa. Me acerco a la orilla dando saltos. Viene el agua, viene corriendo a darme un beso y me moja los pies. Todo se marcha. Ahora no miro a los lados, solo acciono el motor y me pongo a correr, a correr con el bolso ondeando como una bandera (yo no creo en las banderas, bajo el mar no hay banderas). El aire me da puñetazos. Las piedras me cortan los pies. Allí, allí hay un señor que me mira con cara de bobo, con cara de culo, como diciendo que estoy como una cabra, que para correr hace falta tener chándal y que se hace de noche. Carajo. Me paro y le miro. Y me mira. No lo entiende. No lo entiende. Debajo del mar no hay protocolo ni pies descalzos. Puedes moverte sin que sea para algo. ¿Estoy loca? ¿EEstaré loca? No importa: debajo del mar no hay loqueros. Saludo al señor al pasar. No me responde. Y qué.  

No hay comentarios: