Se marchó de la habitación, y me dejó ahí, tumbada. Nunca pude andar por mi misma. Ni andar, ni moverme, básicamente. Por muy mal que mi dueño me tratara, por mucho que me amenazara, era verdad: él era mi vida entera, porque él hacía que pudiera moverme, al compás de los chasquidos de su lengua.
He llegado a querer a mi amo, pues él es quien hace que mi mundo gire como el resto.
Dulce marioneta de trapo,
ven y anda para mí otra vez.
Deja que mis dedos manejen tu vida.
Sabes que sólo así tendrá sentido, ¿no?
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