¿Qué significará el tiempo sin relojes?

sábado, 24 de julio de 2010

El principio de todo. Diciembre de 2002.

Era invierno, en el 2002.
Yo esperaba a mi amiga Patricia en uno de los parques de mi cuidad.
Llevaba una carpeta gris, llena con mis dibujos (iba a regalarle algunos a Patt).
Hacía muchísimo frío. Habían restos de nieve a los lados de la carretera, aún. Yo llevaba un abrigo azul oscuro y el pelo recogido en una coleta. Tenía dieciséis años y ni la más remota idea de a quién conocería ese día, de la forma más extraña.
Empezó a soplar viento y mi amiga no llegaba. Llevaría esperando por lo menos veinte minutos. Busqué mi móvil en los bolsillos. Entonces, recordé que lo había metido dentro de una de las fundas de la carpeta. Cuando fui a sacar el teléfono, uno de los dibujos salió volando. Era uno de mis favoritos.
Salí corriendo tras la hoja, hasta que la perdí de vista.
-¡Mierda!
Volvía hacia el banco, con la cabeza gacha, cuando sentí una mano en mi hombro. Me giré rápido (no me gustaba el contacto físico con desconocidos).
-¿Esto es tuyo?
Era un chico un poco más alto que yo. Debía tener más o menos mi edad. Lo que me llamó la atención de él fueron sus grandes ojos negros. Tenía los ojos negros y la luna guardada en uno de ellos.
-Eh, sí. Gracias. Se me había ido volando y lo había perdido de vista.
-Es muy bonito. -Miró el dibujo detenidamente antes de dármelo. -Yo también dibujo, pero nunca he sabido dibujar flores, ¿sabes?
-Vaya. Gracias otra vez por recogerme el dibujo, tengo que irme.
-Eh, espera. ¿Estás esperando a alguien? Te he visto sentada en aquel banco, un poco nerviosa. ¿Una cita o algo así?
No entendía por qué este desconocido se preocupaba por mi vida personal.
-No, no. Estoy esperando a una amiga, pero parece que no llega. Tal vez no vaya a venir. Creo que me iré a casa, he esperado demasiado.
-Bueno, a mí no me han plantado, pero también voy solo. ¿Te acompaño a casa?
-¿Por qué tanto interés en mí? -No pude evitar preguntar, además, no me importaba demasiado ser maleducada.
-Porque me gusta conocer gente, supongo -rió-. Además, no todos los días conozco a una chica que dibuje así de bien. ¿Sabes que dicen que los trazos pueden llegar a mostrar el alma de una persona, de alguna forma? -Me miró a los ojos. -Creo que tienes un alma muy bonita.
¿Qué? Eso había sonado a loco. A muy loco. Pero me fié del chico del pelo alborotado y los ojos negros.
-Bueno, acompáñame, pues.
-¿Cómo te llamas?
-Helena, ¿y tú?
-Matthew.

...

Era invierno, en el 2002.
Caminaba por el parque, solo. Me había levantado con una sensación de grandeza abrumadora. Sentía que hoy pasaría algo.
Miré hacia mi derecha y me sorprendí. Ahí estaba ella. Llevaba unos días observándola.
Había venido el lunes, el martes y el miércoles a dibujar. Se sentaba en cualquier banco, sacaba un lápiz y un papel, y dibujaba. A veces pasaba disimuladamente y miraba de reojo que estaba dibujando.
Y hoy, viernes, también estaba quí, con la carpeta gris. Pero no estaba dibujando. Por su cara, estaba esperando a alguien que no llegaba.
Llevaba su bonito pelo rubio recogido en una coleta. Tenía la cara adornada con pecas y los ojos azules. Era muy bonita.
Empezó a rebuscar en la carpeta, cuando un dibujo salió volando. Salí corriendo tras el dibujo -no dudé en hacerlo, y me alegro de ello- hasta que lo alcancé.
Era un dibujo muy bonito. Una mano sosteniendo una flor. Puede parecer realmente simple, pero estaba tan bien hecho que se me pusieron los pelos de punta. Yo nunca supe dibujar flores.
Me giré para buscar a la chica rubia. Estaba regresando al banco, con la cabeza gacha. Seguramente perdiera el dibujo de vista y se resignara.
Me acerqué por detrás y le toqué el hombro.
-¿Esto es tuyo?
Se giró, como enfadada. Tardó unos segundos en contestar.
-Eh, sí, gracias. Se me había ido volando y lo había perdido de vista.
-Es muy bonito. Yo también dibujo, pero nunca he sabido dibujar flores, ¿sabes?
-Vaya. Gracias otra vez por recogerme el dibujo, tengo que irme.
¡No! Había logrado hablar con ella, ¿y se iba?
-Eh, espera. ¿Estás esperando a alguien? Te he visto sentada en ese banco, un poco nerviosa. ¿Una cita o algo así?
-No, no. Estoy esperando a una amiga, pero parece que no llega. Tal vez no vaya a venir. Creo que me iré a casa, he esperado demasiado.
Creo que le molestó un poco que me interesara por ella. A mí también me extrañaba, pero lo hacía.
-Bueno, a mí no me han plantado, pero voy solo. ¿Te acompaño a casa?
Enarcó una ceja.
-¿Por qué tanto interés en mí?
¿Qué le diría ahora? ¿Que llevaba días observándola y quería conocerla? Parecería un loco. Aunque, por mis actos, tal vez lo estuviera. O tal vez solo fuera un chico de diecisiete años que se fijaba demasiado en los demás.
-Porque me gusta conocer gente, supongo -reí-. Además, no todos los días conozco a una chica que dibuje así de bien. ¿Sabes que dicen que los trazos muestran el alma de las personas, de alguna forma? -Sí, me lo acababa de inventar- Creo que tienes un alma muy bonita.
Ahora sí que parecía un loco. Y por la cara que puso, lo pensaba.
-Bueno, acompáñame, pues.
-¿Cómo te llamas?
-Helena, ¿y tú?
-Matthew.

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