Verano. Ese olor a granizado de limón y a ventanas abiertas. Verano. La razón de algunos esfuerzos. El período de tiempo que esperamos durante todo el año. Que esperamos, pero -como casi todo lo que se hace esperar- al final te sabe a poco. Tal vez por esa irreflenable sensación de echar de menos las cosas de las que querías librarte. O tal vez por echar de menos algo mucho más importante: personas. Personas que hacen un poco más cortas tus horas. Quizás alguna que las hace largas. U otras que, simplemente, te colocan en un punto intermedio, en el que lo que duren tus horas es lo menos que importa.
Es tan paradójico desearlo; querer que llegue septiembre, cuando llega el verano y después anhelar que vuelvan junio, julio y agosto.
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