¿Qué significará el tiempo sin relojes?

domingo, 11 de julio de 2010

Lo suficiente para haberte echado de menos. (M&H 3)

Estaba sentada en el bordillo del balcón. Una posición aparentemente suicida. Pero lo único que ella buscaba era sentir el aire en la cara. Sentirse viva. Cerró los ojos, y respiró fuerte. Se sentía realmente bien. Casi había desaparecido esa presión constante que sentía... y esa tristeza que a veces le ahogaba. Era una persona poco conformista. Tuviera lo que tuviera, siempre querría más... y eso le había hecho perder muchas cosas. Suspiró.
Comenzaba a entrar la noche. En unos minutos, llegaría él. Algo así como su marido, pensó riendo para si misma. No se habían casado porque ella no creía en la institución del matrimonio. Rompía las parejas. Y la unión que ellos dos tenían, no era una de las más fuertes...
¿Que si no se querían? Claro que sí. Ella le quería tanto que le llegaba a doler. Pero eran demasiado distintos
Él era tierno, ella fría. Él era optimista, muy optimista; ella lo veía todo gris. Él tenía esperanzas, ella no. Y así una lista de cosas en las que ella salía desfavorecida, pensó. ¿Era malo ver el mundo como realmente es...? Porque, eso era lo que ella hacía. Su novio no estaba de acuerdo con eso. Él creía que el mundo era perfecto. Que nadie podía hacerle daño. Era tan inocente... eso hacía que ella le quisiera cada día más.
Estaba en una situación realmente suicida, recordó. ¿Qué pasaría si se caía? ¿Y si se tiraba? ¿Cambiaría en algo las cosas el hecho de que fuera un suicidio? Sí, solía debatirse si debía morir ya o no. No porque fuera infeliz, claro. Porque creía que la vida no tenía sentido. Porque el frío de su persona ya la estaba congelando hasta el punto de buscar el calor donde fuera. Incluso en la mismísima muerte. ''¿Qué pasaría?'' se repitió. Sabía que solamente su pareja la echaría de menos. Tal vez alguna amiga. Pero no su familia: había huído a los dieciocho con el chico que quería entonces, y que quiere ahora. No sabía nada de ellos, pero le alegraba. Le gustaba poder moverse por el mundo con las mínimas cadenas posibles. Y poder plantearse morir con las mínimas cadenas posibles, también.
-¡Helena! ¿Qué haces ahí colgada?
Vaya, había llegado. Estaba tan enfrascada en sus pensamientos, que no había oído la puerta. Giró la cabeza, como pudo.
-Dime, ¿qué estás haciendo? ¿O qué pensabas hacer?
Se preocupaba tanto por ella... Le conmovía. Nunca tuvo esa sensación de que nadie le quería. Bueno, al menos no desde que le conoció. En su adolescencia se sentía sola. Demasiado sola para poder soportarlo. Pero, aunque Helena parezca una suicidida nata, nunca atentó contra su vida, ni siquiera en la adolescencia. Esperaba el momento, simplemente. Y siempre, había una cosa que se lo impedía. Él. Matthew. Matt. SU Matt.
-¡Helena, reacciona! -Le puso la palma de la mano en la mejilla.- Pero, ¡estás helada! ¿Cuánto tiempo llevas aquí, cariño?
-Lo suficiente.
-¿Para qué? -Barajó varias respuestas. ¿Le iba a decir que lo suficiente para haberse planteado, otra vez, terminar con su vida? ¿Que llevaba lo suficiente para percatarse, una vez más, de que él era muchísimo mejor persona que ella? ¿Lo suficiente para comenzar a tiritar de frío?
Le miró a los ojos. A sus perfectos ojos negros.
-Para haberte echado de menos. -Le dijo prácticamente en un susurro.
Matthew le abrazó. Sintió, una vez más, la calidez de sus brazos. De su ser. Y se dejó embriagar por su olor. Si de verdad pudiera elegir un momento para morir (porque ella sabía que moriría de forma natural, no por suicidio), sería cualquiera en sus brazos.

Y una vez más, Helena se aferró a la vida, y a los brazos de Matt...

No hay comentarios: