¿Qué significará el tiempo sin relojes?

sábado, 6 de junio de 2015

carta de bombilla


Dice clac la bombilla en su carta. Nada más. Solo que clac, que requeteclac, que taponazo cortado y caligrafía horrorosa, muy redonda, pequeña y escupida. Dice clac. Está rota y cascada y breve. Ya no brilla más. Es contraseña epistolar. Solo clac, pero al tanto una historia, al tanto un cuento y un destino, un futuro ahuecado en el sobre cobrizo y el ser de bombilla. No hay senda. No hay vías. Solo queda un silencio sin luces, sin luces, porque se apagaron los brillos del portón denso. La calle se ha vuelto loca y ve figuras que la andan por encima y van descalzas, van con dedos blandos que la tocan como un piano. Ya no hay luces y no vemos. Y lo vemos todo. Porque clac. Porque requeteclac. Y ahora yo, que estoy sentada y tengo el folio en la rodilla, soy lava. Te he querido volcán. Sin giros ni carreras. Pero las luces ya no van a contarme la nariz de las ovejas, piedra mía, y me sostengo atada a ti para que la ola no me revuelque. Y no hay luz, sin embargo, y la humedad no está. Porque no la veo. Porque clac, bombilla, el sol de noche. Te he querido tiempo, y creí verme sorber relojes con una pajita amarilla. De esas de cine y butaca, de esas que me pido por reírme un poco y comprender bajito, muy por debajo, que en lo oscuro no hay amarillos ni azules ni rojos ni líneas verticales sin sentido. Yo ya no aspiro arena de minutero. Aunque te haya querido a hora marchita, a hora caducada, a hora para consumir preferentemente antes de hace años, tres, cuatro, no lo sé. Clac, clac dice la bombilla, clac escribe mientras la espero apagarse en beso oscuro. Ya la luz no brilla, ya no sé seguir con el camino, lo confieso, no tengo ni idea. Y te marcho. Te ando lejos. Te subo a aviones. Te viajo desde mi vértice de mesa, desde la espalda de una taza sin humo ni café, taza de garganta corrediza, de pimienta estornudada. Te adioseo. Te despido volcán. Dice clac la bombilla. Y muere. Quizá nos quedamos sin luz sin habernos navegado. En la noche de sol triste. En el abrazo último, el abrazo solo, el abrazo pre-aviones y pre-tiempo que ha pasado y ha mordido y por qué carajo me escriben las bombillas.

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