¿Qué significará el tiempo sin relojes?

martes, 23 de junio de 2015

recuerdo de un día en que



Recuerdo que una vez te quise besar a ciegas.

Sin mirar.

Como si no hubiera cuerpo y solo fuésemos dos cosas sin contorno que se juntan y voltean el aire y son etéreas pero hay siempre algo verdadero. Como si no fuésemos pero a la vez sí, como si no hubiese normas para ti y para mí porque las normas vienen con las formas y ya está.

Recuerdo que una vez quise besarte.

Que te miré la boca y te la vi boca y hablabas y yo te miraba y no podía lanzar los ojos al espacio porque ya no había espacio. Solo tu boca callejera y una parada de guaguas vencida por la hora, vencida porque era de noche y ya no pasaba nada hasta después del grito del sol.

Que te vi los dientes detrás de la sonrisa y supe de pronto, con la certeza de todo lo que noes cierto, que los dientes son como hueso.

Y la boca es como un puente.

Era tarde, de noche.

Y una vez te quise besar en los labios como si no hubiera más tiempo ni más espacio ni nada.

Carajo.

Nada.

Se paró el tiempo. Como una foto. Se paró el aire. Se paró el agua.

Te reías y me mirabas con cariño volcánico pero ajeno.

Ajeno como el viento que es en realidad una confluencia de respiraciones de todos, de nadie, aire que sale de narices vacías y llena todo y corre hacia los motores de los aviones y de los coches y hacia otras narices que vuelven a respirar y vuelven a soltar y viven por ello, no para ello, pero sí por ello.

¿O no? Creo que no funciona así.

Pero una vez quise besarte.

Como si después no fueses a dejar de hablarme para siempre.

Como si no anulara ya tu boca de mi vida.

Como si no fuera explotar y después la nada.

La nada más pura y opaca. 


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