Pero dime qué eres, porque no abro puertas a nadie. A mí me importa un carajo que vengan a dar golpes con los nudillos. No me tiembla el pulso, no me tiembla la casa. Hace falta un terremoto, escucha, un terremoto entero para que se revuelvan estos cimientos y yo sienta algo moverse. Que yo puedo estar sentada en la cama, o almorzando, o haciendo el pino, y no me voy a enterar de que hay cuatro dedos aquí contorsionados y dándole que te pego a lo que tapa la entrada de la casa. ¿Lo entiendes?, lo que tapa la entrada. Lo que no te va a dejar pasar. Así que o me dices qué eres o me voy a soplarle a la pared. Pero qué, qué, qué. El nombre no. Eso me da lo mismo. Quiero saber qué tienes dentro. Y no te estoy hablando de nada de eso. Dentro. Dentro es otra cosa. Dentro es la verdad.
Las mejores historias son las que hablan de lo que no cuentan, ésas que tienen otras letras impresas en los márgenes y entre los huecos de los renglones. Las mejores historias son las que dejan rendijas, grietas pequeñas por las que descubrir qué es lo que se mueve dentro de todo.
¿Qué significará el tiempo sin relojes?
viernes, 26 de junio de 2015
la verdad
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