¿Qué significará el tiempo sin relojes?

viernes, 15 de agosto de 2014

el ojo de la calle


En la calle se retuercen los sabores
que el asfalto cubre como un párpado caído.

Él se ajusta la corbata,
gris, añil y morada.
Una y otra vez rehace el nudo
que le cubre la garganta.

Tira del párpado.
Las aceras nunca gritan de dolor,
el piche jamás se calienta,
y pasa la cortina
con la punta de los dedos.

Y después agarra las pestañas,
las cose con aguja roma,
se hilvanan y se rozan
y el aire las cruza
sin saber
que no hay sonido entre los huecos.

No escucha los gritos.
No tiene oídos ni ojos ni boca.

Y hay sonidos, olores, huellas,
hay dentadas y arañazos,
en la calle todo es una herida
que supura sangre y mierda.

Nadie sabe quién hirió a la acera
ni por qué chillan las esquinas,
nadie descifra la voz de la calle,
el grito abortado,
la muerte callada.

¿Dónde están los oídos,
y los ojos,
y la boca?

Allí arriba no hay abajo,
ni azules ni marrones ni esmeralda.

Sólo la imagen congelada de un ojo durmiente,
de una ventana caída,
de una puerta cerrada.

No hay motas en el iris,
ni pupilas llenas de chispas.

¿Dónde están?

La calle grita con la fuerza entre los dedos,
y en cada decibelio vuela un poco el alma
que se derrite con el sol de las mañanas
y en la noche, se congela.

Nadie se atreve a escuchar
porque él nos cubre la vista
con un párpado que no es nada,
nada,
sólo miedo, dolor y pestañas
que nunca se anegan en estrellas.

Allí arriba no importa la pupila,
y qué más dan las manchas en el café
y las sombras chinescas
que en la córnea se tuestan.

La política no sirve para nada.

Agarra el párpado por las pestañas,
por la punta,
y arrastra la piel hasta la piel,
y cierra el ojo de la calle,
y después todo se esconde.

No hay nada.
Sólo decisiones.

El ojo está cerrado
pero ve.
La garganta, hecha un nudo
y no grita.

En la calle se retuercen los tambores
que el asfalto cubre como un párpado caído.

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