¿Qué significará el tiempo sin relojes?

lunes, 11 de agosto de 2014

gíglico



Y allí se desliza la balanza, se mide a sí misma y se pesa, y descubre que un lado es más, siempre más que el otro, y nunca sabe por qué... Yo nunca quise ser surrealista, no me gustan los atavíos ni las cosas incomprensibles, y sin embargo a veces pienso que hay cosas que no se pueden expresar ni escribir, pero que tenemos dentro de la barriga esa necesidad hueca y sorda y cotorra, y tenemos que decirlo de alguna manera. De ahí salen los poemas que no entiende nadie, y los libros que no llegan dentro pero que sin embargo tienen pasajes viscerales, así nacen los escritores incomprensibles y así se inventó Cortázar el gíglico. A veces las palabras convencionales no son nada. Sólo son normas que alguien tiene que romper para que se refuercen. A veces te toca escribir sobre algo que, haciendo gala de un egoísmo raro, piensas que sólo llevas dentro tú. Y sacas las palabras feas y raras y las apiñas y construyes metáforas que sólo tienen sentido dentro de tu cabeza porque sólo son la e y la f, y a quien lee le falta pasar por a, b, c, d. Pero eso también es escribir, y hay que saber diferenciar qué texto escupes para que se columpie en las córneas de los demás y cuál vomitas desde muy, muy, muy dentro para ti, sólo para ti. Sólo el acto de escribirlo, sólo el hecho de leerlo y saber que no se entiende, que no se comprende nada, nada. Nada, porque faltan partes. Y así nos masturbamos con palabras y puntos y comas que suelen faltar, y lo hacemos a escondidas y contamos hasta diez antes de volver a salir al mundo porque quizá nos pillen en la cara ese regustillo feliz y se den cuenta de que estamos solos, y qué te pasa, por qué estás tan feliz, y cuéntame, y no puedo, sólo es mío, sólo yo, yo y mis edificios...

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