¿Qué significará el tiempo sin relojes?

martes, 28 de julio de 2015

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Me asusta tu ansia voraz. Me da miedo tu cuerpo, el arco de tu espalda, la redondez de tus dedos. Esa boca de comerme. Que hayas tenido, lo confieso, otros cuerpos en la punta de la lengua, otras almas detrás, me aterroriza. Que no sea este un movimiento espontáneo me deshace. Solo el hecho de pensar que las civilizaciones se han basado en este desgajar de la piel. O en el brillo que hay detrás de tu luna ocular. Estoy temblando de puro estupor. Esto es lo que ha hecho tanto daño. Mil mujeres gritan detrás de tu dureza. Mil mujeres chillan, se aterrorizan, y sin embargo tú has amado a algunas, las has mirado también con este guiño que ahora guía mis pliegues hacia el cielo raso. Me asustas. Ese hueco de perderme. Ese gesto de saberme. Esa flor de doblarme. Un vértice deshecho en mi ombligo-remolino, ombligo pasajero, ombligo de tantos otros cuerpos. Tengo miedo del crujir de los huesos. Me horroriza no saberme mía, ¿lo ves?, por esto este caerme y adiós para siempre.


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