¿Qué significará el tiempo sin relojes?

lunes, 6 de julio de 2015

explicación de mí


Qué pasa si no tengo nada prieto, nada, ni siquiera el alma. Qué sucede si mi geometría es absurda, si pienso de lado y siento en zigzag, si muerdo en esquina y no con media luna. Te digo lo que pasa: hay ahí una fila de zapatos, todos preciosos, alineados como en una foto, una foto medida por el fotógrafo hasta el punto de que la curvatura de la liga que desborda es perfecta. Hay ahí una lista de zapatos que representan caras y vidas. Todos son iguales. Como copias. Como recién salidos del horno de Platón, ¿sabes?, pero hay uno en el centro que no sé. Es más alto. Está torcido. La goma está manchada. Y el color, el color rompe con todo. Pasa que el zapato es diferente, y la imagen bizquea. ¿Vemos más allá de la foto? Dime, ¿ves más lejos? Dentro de los zapatos hay pies. Siempre. Pies presentes o pies ausentes (como el número tres que se intuye siempre pegado al siete, el negativo que falta para llegar a la perfección redonda, la esfera cerrada). Ahí estamos: zapatos, pies, sobre cada par se alza un cuerpo bonito y rosado y humano, sobre cada uno, y todos son diferentes, todos tienen sus cosas, son piernas y brazos pero con distinta forma y cicatrices que no puede tener nadie más, nunca. Pero. Pero recorres la imagen hacia abajo y llegas a los zapatos. Entonces te das cuenta: todos los cuerpos son iguales, siguen una estructura ahí arriba, estructura mental, vida medida, y alguien lleva los tenis sucios y torcidos y son rojos y no blancos y qué pasa con ella, qué pasa con ella. Nada, nada, nada, ni el alma. Déjame que te diga algo: tengo las caderas anchas, los pechos grandes, celulitis, sí, sí, las mujeres tenemos celulitis, y soy blanda y suave, y si te da la gana me puedes decir gorda. Te sonrío. Déjame que te diga otra cosa: lloro, me río como una loca, bailo y hago reír, muerdo al besar, respiro y me gusta. Dime idiota. Dime imbécil. Dime lo que te dé la gana, porque, ¿sabes?, ya he aceptado que soy el cuerpo que se alza sobre el zapato sucio, ya me he visto crecer así, y qué pasa si no tengo nada prieto. Ni siquiera el alma. Qué pasa si soy, en realidad, el reflejo de mí misma, fuera y dentro, si la nariz redonda significa que soy un círculo. Del todo. Qué pasa si no me da la gana de seguir al resto. Me gusta ir con gente que tampoco lo haga. Personas libres. Yo soy libre. Y sí, mírame: tengo celulitis y me gusta meterme debajo del agua y abrir la boca. ¡Bah!

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